1 de mayo de 2015

DISOLUCIONES (Novela por entregas)

CAPÍTULO 9:  BITÁCORA: HACIA TENNESSE (Borrador archivo Diego Henestrosa. Investigador Privado)


Salimos del conjunto habitacional y bajamos por la avenida. Gatsby pone la radio y no se molesta en cambiar de estación cuando escucha la voz de un locutor que habla como si le pagaran por palabra dicha. El silencio en esa parte de la Ciudad era oscuro y denso. A la derecha podíamos ver un lago tintineante hecho de alumbrado público, luces amarillas y rojas de automóviles que iban o regresaban hacia cualquier lado y luces de la zona de bares, restaurantes y antros. Más allá, los negros cerros que han custodiado este valle de lágrimas desde siempre, siguen firmes; y al decir esa frase recuerdo mis clases de catecismo, porque para mí la palabra “valle” tiene un complemento ineludible.


El silencio hecho de la monotonía del locutor se comenzaba a hacer incómodo de tan natural que se sentía, así que me obligué a sacar un tema de conversación.
-Mira, todo por aquí se ve como en esas malas películas de terror, ¿no crees?-
-Sí, un poco, pero en ese caso nosotros seríamos los fantasmas, los lobos, los psicópatas- Me dice como si de ante mano hubiera estudiado la respuesta para comentarios de este tipo, voltea a ver la mancha de luz sobre la Ciudad mientras saca un cigarrillo y todo está tan perfectamente atemperado que me siento engañado, como si todo formara parte de un guión de cine que sólo yo ignoro y eso me fastidia porque soy de los que tienen la respuesta, el comentario, la actitud perfecta sólo cuando ya ha pasado el momento adecuado. Entonces nos vamos en silencio, me digo; y únicamente para enfadarme comienza a sonar The passanger con Iggy pop y únicamente para enfadarme, como si hubiera leído mi pensamiento, Gatsby me voltea a ver de reojo, lentamente, con un esbozo de sonrisa que me hace estallar el pensamiento, concéntrate Diego, visualiza lo que va a pasar a continuación porque tú sabes que ha llegado el momento de meter las manos al lodo, me digo. Y así nos adentramos al bullicio hacia las imposibles calles de la Zona Rosa.

Antes de entrar en el estacionamiento, Gatsby me pide unos minutos para deshacerse del maquillaje y cambiarse de atuendo, te vas a quitar toda la producción le comento jocosamente y ella sonríe, la producción… no el contenido, me responde. Cuando sale ha rejuvenecido por lo menos diez
años y entonces sí se van a la mierda todas esas frágiles aspiraciones románticas ocultas detrás de mi seca personalidad. Al entrar el chico del valet parking mira mi auto con cierto desaire que me pesa aunque no me guste admitirlo Borrar luego Caminamos por las calles, ni siquiera me molesto en saber de lugares o de personas, de cualquier forma me siento como si viniera de otro planeta y casi todos allí son idiotas, los veo con esa actitud de quien está demasiado consciente de que el momento que vive es “único, especial e irrepetible” aunque cada semana hagan exactamente lo mismo, de la misma manera, claro, eso pasa cuando no te encargas de los datos duros de tu vida. Ingresamos al lugar y no que tenga qué ver exactamente, pero algo me recuerda que eso de lo “naco es chido” me ha parecido detestable desde siempre, es como decir que la miseria es chida, porque lo naco es consecuencia de la miseria y no viceversa, pero todos estos niños no vivieron esa época, ahora les pareces algo exótico y contracultural cuando en ese momento únicamente se trataba de superviviencia; y este lugar está lleno de motivos y frases por el estilo, unas más esnob que otras, pero me suena a que nadie entiende aquí el sentido sarcástico de la frase “la ignorancia es una dicha”. 


Nos dirigimos a la barra, en el camino Gatsby encuentra a varios conocidos que solo de ver mi pinta y luego de rápidos saludos con las cejas me anulan impunemente de la conversación, pero me parece bien, sólo uno me tiende la mano y me cae como patada de mula sin embargo cuando pienso que debería saludarle sólo con un movimiento de cabeza ya le he tendido también la mano pendejo!!. Aprovecho los miles de abrazos y besos y rápidas noticias sobre sus recientes viajes, descubrimientos espirituales, artísticos y etno-turísticos, para irme a la barra. 

El barman luego de una rara mezcla digna de los juegos de química Mi alegría, de darle tres piruetas a un trago y deslizarlo por la madera me dice algo pero con tanto ruido lo logro oírlo, toda esa situación me recordó un documental de Ñús que había visto la semana pasada en televisión, donde los animales tratan desesperadamente de cruzar el río lleno de cocodrilos, como si el torpe desbocamiento fuera indispensable para divertirse más, cono si “diversión” tuviera superlativo, como si todos por allí estuvieran aterrados de divertirse menos que el otro. El barman me vuelve a preguntar y ahora sí le escucho, me dice que qué voy a pedir y casi le grito que una copa de whiskey, porque el raro tono grave de mi voz hace que generalmente se pierda, él se me queda viendo como estúpido y creo haber actuado por reflejo porque parece que también puse cara de estúpido y así nos miramos unos segundos esperando que alguien diga algo hasta que él hace un gesto de “yo no entenderte anciano”, sí, una copa de whiskey, en un vaso, le digo y le hago la seña con las manos, o sea cómo, ¿en las rocas?, me pregunta, como si hubiera otra forma de tomarlo, como si no supiera que cuando alguien quiere un whiskey solo, lo pide así: solo; como si no supiera que cuando alguien quiere diluir un trago con alguna tontería como hacen los universitarios, lo pide así. Le respondo que
que obviamente en las rocas. El tipo da un medio giro artístico, lanza la botella, al aire y la agarra por el cuello, luego toma el vaso, lo gira tres veces sobre su eje y antes de que se detenga cae el hielo que ha lanzado con la otra mano, y yo miro hacia todos lados tratando de encontrar a la persona que quiere impresionar, finalmente lo empuja hacia mí con sus dedos índice y medio y antes de que se recargue orgulloso sobre la barra y antes de que el otro barman me cobre, me bebo el trago hasta el fondo y deslizo el vaso hacia ellos también con mis dedos, quiero decir, con mi dedo medio, pero esta vez sin tantas rocas le grito. El segundo barman me dice con mala actitud que son cerca de cien pesos y me extiende la mano; pienso que con cuatro tragos me puedo comprar dos botellas de VAT 69 y que qué jodida manía de estarte cobrando cada trago sobre la barra, pero así es todo de impersonal ahora. Él barman me mira falsamente molesto y de inmediato sonríe tirándome barrio, se deshace de la mano que me cobra y esta vez me sirve uno doble sin florituras, haciéndome la seña de que van por la casa; le agradezco con una sonrisa de camaradería justo para la llegada de Gatsby que se disculpa por no presentarme, no te preocupes mientras menos idiotas conozca mejor y un poco se ofende, cómo sabes que son idiotas si no los conoces, luego te digo porque aquí voy a acabarme la garganta, lo deja pasar y me cuenta que encontró a unas chicas y le dijeron que habían visto a Tennesse por allí bailando montada sobre tres tipos, que nos demos una vuelta para buscarla y nos demos prisa porque sólo baila así cuando está bastante borracha. Tomo el vaso, me despido de mi más reciente amigo y caminamos a empujones mientras pienso que nos la pasamos toda la semana a empujones en el transporte público para ganar dinero y venir a gastarlo entre empujones a estos lugares.


En serio, ustedes dónde tienen los filtros, mira, uno de los idiotas ya consiguió pareja, le digo a Gatsby que voltea hacia la entrada y abre tanto los ojos que parece van a salirse ¡Es Tennesse, es ella! Me grita al
oído. No creo, esa es una niña y no se ve como una puta (aunque seguro lo sea), le respondo desde mis prejuicios ¡Es ella, pero no trae "producción" como dices, vamos! Me bebo el trago de una y nos abrimos paso esta vez a empujones violentos, entre mentadas de madre y amenazas. Para cuando salimos han desaparecido entre el mundo de gente que camina y como todos se ven igualitos no podemos ubicarla ¡Allá, en la esquina! Si no dónde, pienso pero considero que es mal momento para un chiste de mal gusto, anda, alcánzalos yo no puedo correr con estos tacones y le miro los tacones, muy bonitos le comento, le dejo el vaso y echo a correr para alcanzarlos pero unos metros adelante empiezo a sofocarme, siento los pulmones como dentro de frascos de Gerber, se me seca la boca y se me forma un pantano en la garganta, comienzo a sentir destemplado el pecho, sé que viene esa tos de fumador y que no puedo más. Alcanzo a duras penas la esquina, la veo subirse en uno de esos horribles Mazda que la mercadotecnia le vende a los chicos “reventados”. Tennes…,! intento gritarle pero las flemas y la tos me ahogan. Ellos parecen irse, luego se detienen, dan la vuelta y se dirigen justo hacia mí que no puedo ya ni sostenerme en pie, trato de hacerles señas con la mano y aunque uno me ve, ya tiene a Tennesse sobre las piernas y no va a saltarla por lo menos esta noche. Pasan de largo en tanto se acerca Gatsby con esa graciosa forma de correr que tienen las chicas con tacones altos, cuando escucho el intenso ritmo de unos botines de hombre; intempestivamente pasa corriendo junto a mí como, alma que lleva el diablo, un tipo de gabardina negra, que casi les da alcance en el siguiente semáforo ¡Es mi hombre!, pienso conforme tomo asiento en la banqueta. A su lado se detiene un chevy gris, el tipo de la gabardina sube y se pierden en franca persecución.


-Qué pasó, qué fue todo eso- pregunta Gatsby. Trato de responder mientras recupero el aliento.
-Pasa que llevo treinta años fumando, que Tennesse se fue con tu amigo el único de los idiotas que me saludó de mano y que ese de la gabardina que iba hecho la chilla es nuestro hombre misterioso, pero no te preocupes, yo creo que tú sabes a dónde podrían ir-
-Cómo podría saber, cada cinco minutos cambian los lugares de moda-
-sí, pero la monotonía es un bien común, aunque todos ustedes creen que lo que hacen único, auténtico e irrepetible, estoy bastante seguro que conoces la ruta, ¿qué harías si estuvieras con Tennesse?-
Gatsby lo piensa un momento.
-iríamos a una mezcalería, a una pulquería o a uno de esos sucios bares a…-
-a vivir una experiencia, etno-turística ¿no?-
-algo así-
-y ella está bastante borracha, así que por una parte van a un lugar conocido y por otra parte, cerca de la casa de estos güeyes, para que la transición de la mesa del lugar a la cama de alguno de ellos sea rápida. Pues vamos por el carro y los alcanzamos allá, tú me indicas por dónde-
Gatsby me ayuda a levantarme, saco un cigarrillo y lo enciendo, ¡vas a fumar!, dice entre sorprendida y regañona. No creo que vayamos a correr más esta noche, respondo. Ella parece realmente preocupada aunque no atino a saber por qué exactamente. El fuego aparece y vamos dejando rastros de humo hasta el estacionamiento.
Subimos al auto y para estar ad hoc con la actitud del valet parking no le dejo ni un centavo de propina. Salimos a la calle.
-Porque crees que mis conocidos son idiotas si nos los conoces-
-No me hace falta conocerlos, pero el cuento es muy largo-
-En algo hay que entretenernos mientras llegamos o tienes una mejor idea- Me congelo de inmediato y siento que necesitaría otro whiskey doble para ponerme impertinente, así que me suelto a hablar porque es lo que hago cuando estoy nervioso o aburrido. 


 -Pues mira, son idiotas porque todos están desesperados por demostrar que valen algo, que son importantes para la vida, que son distintos a la gran mayoría de mediocres que vivimos vidas aburridas y no tenemos “pensamientos profundos”. Son del tipo que van a relacionarse con los miserables como van los turistas a los pueblos indígenas y esa condescendencia no´más no la soporto, es como si nos quitaran el único resto de dignidad, precaria y de la chingada, pero nuestra; y tampoco creo que sea la mejor forma vivir pero es peor considerarla un souvenir, sobre todo porque les importa una chingada el estado de las cosas, van con esa pinta de libre-pensadores que tienen una conciencia elevada pero nada más para hacerse los interesantes, para meterse a las chicas tontas a la cama, para quedarse con los influjos en las cosas del mundo y todo el favoritismo de la puta alegría, como dice Tomás Segovia… y todavía peor los que estando dentro de ese espacio de privilegiados se dedican a mostrarse al margen como si fueran los dueños de la contracultura de la contracultura, como ese que me dio la mano y que ahora seguro se la está dando a Tennesse… pero qué sarta de pendejadas neo hippies, todo es ambiguo hasta que tienen que pagar sus cuentas con trabajo propio o alguien se mete con lo que consideran su propiedad privada, nadie es realmente así de relativo en el mundo real, de otra forma no serían tan pretenciosos. Los artistas de verdad están volviéndose locos, no tienen tiempo ni dinero ni ganas de venir a lugares como a los que asisten tus amigos-
-¿Y entonces yo soy una idiota pretenciosa por conocerlos, por haber salido con ellos?-
-No sé, pero es diferente con ustedes, para ustedes todo esto es sólo un pasatiempo, una especie de paliativo, un medio… y de cualquier forma no quisiera decretarlo, trato de que mis prejuicios no lleguen más allá de mi nariz-
Nos quedamos en silencio y yo me sumerjo en las ideas redundantes que me persiguen desde los veinte años……………………………………………………………………………………..quitar!!!


Más tarde, para evitar el silencio incómodo saco de la guantera un cassette con Miguel Mateos en la portada, lo que ocasiona que abruptamente se rompa la rigidez que dejé con mis dizque reflexiones morbosas con las que intento sonar muy solemne, cuando Gatsby rompe en carcajadas, doblándose de la risa, quiere hablar pero las risotadas no se lo permiten, como puede se burla de que no tenga CD en mi auto, de lo viejo y usado de mi cassette y sobre todo de que sea de Miguel Mateos. No te preocupes, no es de Miguel Mateos, es un mezclado que me hizo un viejo amigo; y esto la hace rebotar literalmente en el asiento porque no había escuchado que alguien siguiera grabando canciones de esa manera. Debo confesar que me molesta un poco, pero lo dejo pasar, meto el cassette en el estéreo y comienza a sonar Jubilee Street de Nick Cave & The Bad Seeds... la risa loca de Gatsby que es como torbellino de alegría, poco a poco se apacigua y se sumerge en una tensa calma.

Llegamos a las calles del centro y un operativo nos conduce hacia un asqueroso bar de poca monta lleno de putas acabadas, de borrachos lamentables y travestidos drogados hasta el cuello; un lugar que los idiotas confunden con el arrabal, pero no pasa de ser una letrina. Nos acercamos, le digo a Gatsby que espere en el auto y me las arreglo para
entrar. Los policías tienen que encender cigarros porque apesta a podrido y mierda, a sudor rancio. Hay agentes entrando y saliendo; varios arrestados y en la parte posterior todavía se escucha a un par que se resisten. Voy a ver qué sucede y en el piso encuentro una gabardina negra, aprovecho el descontrol que ocasiona que dos travistes intenten huir y la tomo. Salgo discretamente y regreso al auto. Le digo a Gatsby que tenemos algo, pero que está por amanecer, que definitivamente no puedo pagarle por su tiempo y que tengo que alimentar a mi gato. No hay problema, nada más déjame en mi casa. Cruzamos todo el Eje central y luego nos dirigimos hacia Coyoacán, le digo que estaré informándole todo lo que vaya encontrando y ella comenta que no puede acompañarme la siguiente noche pero que la otra seguro sí, que hay que encontrar a esa chamaca y saber quién diablos es el otro; nos detenemos en la esquina de Tres Cruces y Francisco Ortega, antes de bajar Gatsby me mira con rostro neutro pero con ojos alegres., me toma del brazo ¿de dónde saliste tú? Espero que del vientre de mi madre. Con más cansancio que ternura saca un suspiro a manera de risa, toma sus cosas y va a salir del auto cuando se detiene de imprevisto. Oye, qué es una "chilla"... sí dijiste que iba corriendo hecho una chilla. La verdad, lo ignoro, así decían mis abuelos, pero prometo investigarlo. Esta vez con más ternura que cansancio me pide que descanse y sale. La veo abrir la gran puerta y desaparecer tras ella. Me quedo allí un rato, enciendo el último
cigarro y aplasto la cajetilla, para entonces el frío está calando, le subo al estéreo y suena desde mi viejo cassette Te quiero, con Emilio Tuero, recuerdo que los gatos no beben agua que no sea fresca y avanzo entre las calles mientras las personas, que hacen girar la rueda que mantiene en movimiento este mundo de porquería, se encaminan a sus empleos. El silencio en esta parte de la Ciudad es macilento pero voluminoso. El cielo está cerrado y el aire parece oscuro. Se apaga el cigarro por la humedad de la mañana, el encendedor se descompone y no encuentro con qué solucionarlo, por último busco en las bolsas de la gabardina negra y encuentro el zippo con el signo de Leo grabado, enciendo de nuevo el cigarrillo y me adentro al tráfico de la avenida pensando que de vez en cuando debería practicar lo que predico. A través del parabrisas veo el cielo y la ciudad, lo humano, lo divino, la imperfección y la muerte...


UN BREVE Y MORTAL SUEÑO

Novelas para el fin del mundo UN BREVE Y MORTAL SUEÑO (Antonio Mejía Ortiz, México 2019), nos conduce a un viaje a través del alma y la men...