RECURRENCIAS
Duermo. Mientras duermo contemplo la recurrencia de mis
sueños; pila de cadáveres que son los días caídos en la vigilia de los días,
que propician este dormitar de ojos abiertos, el pensamiento
de una identidad en el mundo que yo he creado pero que sólo puedo descubrir sin
manipularlo.
Voy cayendo al fondo con la parsimoniosa horizontalidad de
la araña, entretejiendo la caída, haciéndome consciente de la inconsciencia. De
que los días no sólo son mortales o ínfimos: no significan.
Arrebatados en un torbellino caótico, en medio de esta noche
que perdura y borra los límites entre lo que fue y sería; entre lo que es y
hubiera sido; todo es una permanencia de sombras, una masa onírica que
únicamente sucede y va disolviendo mi carne en el altar sensible de lo
intangible y concreto.
No hay temor pero el desconcierto me obliga a pensarme
doblemente: La noche de ayer fue una hora insertada que habíamos perdido en
indecisiones.
La noche de hoy extendió sus fronteras hasta el mañana,
donde fui rechazado por mantener un pie de mi pensamiento en el ahora.
Se mezclan los impulsos y se hacen vagos los motivos, cada anhelo
perdido me encierra en las dimensiones de una fe que no encuentra lugar en el
mundo, ni razón de su persistencia a través de los sueños;
Nada satisface esta ilusión de camaradería, no importan los
cuerpos finalmente; el olvido olvida los crímenes perfectos.
El cuerpo se desmorona, apenas subsiste detrás de los
párpados: cerradura sin llave para los prejuicios del cuerpo;
Y si te ocupas del remordimiento y no aspiras profundamente
el humo del cigarro; y piensas que nada vuelve, que no hay forma de sobreponerse
a la inconsistencia de la realidad subconsciente;
vuelve a dormir, vuelve al sueño; lejos del entierro se
encuentran los huesos de lo que fue tu imagen ulterior. En las honduras del
tiempo no hay referencias, ni significados, ni apariencias.