5 de diciembre de 2014

DISOLUCIONES (Novela por entregas)

CAPÍTULO 6

BITÁCORA: HACIA TENNESSE
(Borrador archivo Diego Henestrosa. Investigador Privado)

Nada parecía claro en el asesinato de la casa en Calzada de Tlalpan 1184, si bien tenía alguna pista que eran el nombre y la dirección escritas en el papel, esto no me decía mucho, podría ser como diría mi exesposa, una feliz coincidencia o una verdadera pendejada. Soy un perro, nací hecho para seguir, soy un seguidor natural y es lo que me hace bueno en mi trabajo, aunque mi trabajo no sea tan impresionante como lo muestran las películas gringas. Los investigadores no somos tipos rudos y perspicaces con un profundo sentido de la ironía, pero sí, a fuerza de todo aquello que se nos presenta, es que nos hacemos indolentes, que aprendemos a fuerza e fracasos a pensar mal para todo y sobre todo; y también, conocemos las ironías porque con cada adulterio investigado, con cada socio descubierto en indiscreciones, con cada chica muerta a la mitad de un callejón, con la minifalda hasta la cadera, con signos de violación y semen reseco en los labios, se nos acaba la esperanza, se nos acaba el cariño  se nos acaba el la confianza en el mundo y nos damos cuenta de que es preferible evitarse una vida cotidiana, que si el mundo se trata de las ironías, es mejor ser irónico que irónizado investigar si existe ?

Porque en este muladar a donde fue arrojada la vida belleza, suceden todo
tipo de maravillas, claro que lo que nadie te dice es que estas “maravillas” no tienen que ser y casi nunca son placenteras o casi nunca sirven para salvarte, Dios lo creó todo en seis días, pero se tomó toda una nopche para destruir hasta sus cimientos las ciudades de Sodoma y Gomorra, para convertir a Lot en sal y para que lot poblara de nuevo la tierra a través de un incesto permitido, y todos estos hechos son igual de maravillosos.

Por eso siempre he creído y esta es una opinión p´rofesional, que dejar fuera todo aquello que es inexplicable, todo aquello que quizá no tenga un sentido lógico o una explicación inmediata y pensar que la vida únicamente se trata de las cosas, es decir de lo matrerial, es pasar desapercibido todas aquellas terribles “felices coincidencias de la vida” como diría la bruja todo lo hermosos, toda la belleza auqnue esta sea muy parecida a una todavía bella dama desangrándose en un oscuro callejón una noche de madrugada, después de haber sido violada por los peores seres de esta ciudad. Y allí no para, porque todavía faltan las pequeñas cosas, esas pequeñas cosas fatales a las que se debe entrar con el estómago bien agarrado.

Qué chingados lleva a una joven de veintitrés años a malbaratar su belleza con una runfla de rockeritos de mierda, de imbéciles hmbres de negocios, de burócratas poquiteros que son capaces hasta de regatear el sexo, de presumidos artistas de quinta que vienen a estos barrios a darse sus baños de pueblo

Cómo es que una chica puede defender a muerte las curiosidades de su forma de ser, de lo que es ella y así tan indolentemente irse a entregar al desperdicio de cuerpos que inundan la ciudad con sus humores a podrido, con la peste de sus bocas, con su manera tan idiota de vivir como diría la
bruja “felices coincidencias de la vida” Yo no lo entiendo. Un día llegó mi hijo tomado de la mano de su mejor amigo y nos confesó que era una loca un homosexual, le dije que podía ser lo que quisiera mientras no fuera un imbécil subnormal. Me contestó que esto había sido así siempre, que a mí no me interesaba yo nunca me había en su vida, recogió sus cosas y se largó a vivir con su novio y a eso me refiero…

Estaba muy cansado y no había comido nada desde el día anterior así que después de recoger el papel con el nombre de Tennesse deciddí ir a mi casa, comer algo, dormir un poco y salir con la menta más en claro. Los horarios de oficina son horribles, la gente no se termina, las personas subestiman su capacidad de aguantar los azotes, los mexicanos necesitamos siempre de un teatrito para que se nos muevan las tripas y por eso somos buenos empujando todo hasta el límite. Tomo el microbús y a esa horatodos parecen salidos de un confesionario, se ven limpios y renovados y algunos hasta van contentos. El trabajo dignifica decía mi viejo, no hay nda mejor que gastar bien el dinero que ganaste honradamente con el fruto de tu esfuerzo, por eso uno debe ir bien a trabajar porque hay que agradecerle a la vida que uno está bien y que puede trabajar y que tenemos trabajo, decía mi viejo y lo siguió dicendo aun después de que liquidaron su empresa y le negaron su jubilación y aun después de eso, cada que lo visito me cuenta cómo en sus treinta años de empleado tuvo únicamente una falta aunque sí trabajó ese día. Llego al metrobus y me niego a subirme peor que una bestia, a justificar con mi pusilanimidad la incompetencia de los imbéciles que gobiernan este estercolero, mientras ellos viajan en sus automóviles del año, pero a la gente no le importa. Finalmente entro y el humor es insoportable, me siento mareado y la gente ya comienza a apestar como normalmente. Me quedo viendo lo que pasa en el televisor del autobús y pienso en los posibles motivos del asesinato en Calzada de Tlalapan, me parece que no es una cuestión de “pandilleros” como decía mi jefe exjefe, que tampoco es un ajuste de cuentas no del tipo de mafiosos y narcotraficantes nacos  ese es el problema, nuestro gobernantes y nuestros delincuentes son una pinche chusma de nacos, sin buen gusto ni estilo que beben Bukanas, que les gustan los tamborazos y tunearlo todo

¿Qué es esto, una especie de venganza, el iniciode algo? Tennesse es la respuesta. A empujones me bajo del metrobus y camino dos cuadras hacia arriba, sudo interminablemente y mis piernas tiemblan como si estuviera frente a un auditorio lleno y mis pulmones me empizan a pasar factura de veinte años de fumador empedernido. Antes de encaminarme a casa, paso a comprar unos cigarrillos y afuera un montón de tipos de esos que viven en las calles, un montón de esos apestosos con el cabello enredado de mugre aspira tan fuerte como puede el activo y me pide que le de unas monedas, lo ignoro y me sigue con la vista hasta el mostrador, saco la billetera y
pago con el adelanto del caso un café, dos sobres de whiskas, un Vat 69 y unos Lucky Strike; luego de varias promociones estúpidas el chico del mostrador me pregunta si es descafeínado y si los cigarros van a ser rojos y lew contesto que por supuesto y pienso que esta es una ciudad de sanguinarios y descafeínados y que por eso la situación está así de jodida. Me regresa el cambio y el tipo afuera sigue aspirando y sigue mirándome y yo siento una especie de duda que se diluye entre mi fastidio y mi enojo, ya para entonces no aguanto la luz del sol ni el maldito calor, porque en esta ciudad de tibiosd todo es muy frío o muy caliente. Me aflojo la corbata y saco un cigarrilo y lo enciendo e la puerta del seven eleven.

El tipo sigue aspirando fuerte y mirándome como si me hubiera atrapado en una mentira o a la mitad de una jugarreta y ahora estuviera comprometido a pagar; entonces lo miro con todo el rencor social con que puedo, el tipo se molesta e intenta levantarse violentamente pero no se lo permito, con la suela de mi zapato lo regreso al suelo. De inmediato siento un puñetazo que me arroja de las escaleras al puesto más cercano de jugos, en realidad esos tipos tienen cementos por las venas porque de inmediato se me hincha el rostro. Los metiches de siempre lo detiene y esto me da tiempo suficiente para dejar mis cosas detrás de un bote de basura, mientras el infeliz se quita el estropajo que trae como camisa. Me levanto. El primero sigue en el suelo esperando un descuido de mi parte, el otro ya sin camisa repite frenéticamente “va puto, va puto” y otros tantos miran con esa mirada de retrasado mental que sólo tienen los malditos drogos, como si toda la droga ya les hubiera consumido el alma. Todos ellos me dan asco. Déjalo, le digo al transeúnte que se interpone, déjalo venir, le digo y el mundo en esta parte de la tierra se detiene por esos pocos minutos, una buena pelea en el barrio dura sólo un par de minutos. Se acerca con una guardia de videojuegos, con los puños a la altura de sus orejas moviéndolos de arriba hacia abajo y en seguida me lanza un golpe, entonces aprovecho para patearle las costillas con la punta de mis zapatos, escuchamos un crujido y él apenas se resiente. Viene entonces de su parte una serie de volados a diestra y siniestra, uno me toca en la boca; doy un paso hacia atrás, calculo y lo golpeo con los nudillos justamente en su oreja, con todas mis
fuerzas y veo como esa porquería de ser humano de inmediato pierde el equilibrio y se tambalea. Su mirada está desconcertada y estira los brazos en un inútil y torpe intento de alejarme. Lo vuelvo a patear en las costillas y esta vez sí se dobla. Lo golpeo en la cara reventándole el ojo derecho y haciendo que su cabeza se azote contra el suelo grasiento. Los otros niños, jóvenes y señores de la calle se levantan amenazándome como en las películas de zombies y yo me preparo para la golpiza de mi vida, hasta que la señora del puesto de jugos nos dice que le paremos, que ya está bien. Los mirones y los curiosos empiezan a comentar lo sicedido. Como si fuera la palabra de dios cae sobre mi una marejada de críticas y reclamos, diciéndome que cómo puedo comportarme así, que ellos no tienen la culpa, que si cinco pesos me van a hacer más pobre y que me aproveché de su condición indigente, este terrorismo de la buena onda me pide que por favor desaparezca. Tomo mis cosas, el primer tipo sigue mirándome, mis alarmas se encienden pero ya no puedo hacer nada. Me pierdo entre las calles y por fin llego a casa.

Para entonces mi pómulo  casi ocupa el lugar de mi ojo. Apenas abro la puerta Harry se despierta y corre a saludarme con un maullido que me reclama e haberlo dejado encerrado y sin comida. Le sirvo sus Whiskas, le cambio el agua y mientras él come yo destapo el Vat y me fumo un cigarro. Estoy demasiado cansado para comer, lo haré más tarde. Saco de mis bolsillos todas las basuras que guardo y recojo de la calle y las echo sobre la mesa, entre los platos y los vasos todavía con agua o vino; dejo frente a la maquina el papel con el poema, la dirección y el nombre. Me siento, me quedo mirándolo. Harry termina de comer y sube de un salto a la
mesa tirando todo a su paso, para que lo acaricie. La mesa es un desastre y el agua de un vaso se esparce mojando todos mis escritos, ni siquiera alcanzo a recoger a tiempo el papel con el poema, la dirección se vuelve un amasijo de tinta y borrones, pierdo la dirección, pero no puedo levantarme para tratar de hacer algo o decirle a mi gato que es un pendejo porque ya se encuentra muy cómodo y casi dormido sobre mis piernas. Levanto el papel para echarle un último vistazo a ver si algo puedo rescatar porque no tengo memoria para esto, olvido siempre las direcciones, las indicaciones, los números y hasta los nombres, pero no puedo distinguir nada excepto el sello de una agencia de acompañantes llamado Aries que se revela al mojar la hoja, saco rápidamente el celular y le tomo como veinte fotos, dejo sobre la maquina el papel y enciendo otro cigarrillo. Llamo al chico que me contrató y le digo que le tengo un trabajo en esta investigación, así como quería. Le envío las fotos y lo mando a investigar el sitio en internet. En tanto espero los resultados y Harry duerme plácidamente, yo me aparto del mundo para encontrar esa soledad como la de los gatos.

13 de noviembre de 2014

DISOLUCIONES (Novela por entregas)

CAPÍTULO 5 

BITÁCORA DEL ASESINATO EN CALZADA DE TLALPAN 1184

(Borrador archivo Diego Henestrosa. Investigador Privado)


Según declaración de uno de los vecinos, el 21 de Agosto a las 18:00 horas se presentó una persona del sexo masculino de alrededor de 30 años preguntando por un tal Xavier González. El vecino venía llegando de la tienda y lo encontró frente a la puerta de entrada fumando como si estuviera esperando a alguien. Parecía drogado o dentro de una especie de trance psicótico, vestía unos jeans ajustados, botas de tacón estilo italiano y una gabardina negra y gastada. El vecino no ha podido dar más
detalles acerca de las facciones del tipo en la puerta a quien llamare “ELE”, ya que su cabello caía sobre el rostro y en ningún momento levanto la mirada ni hizo contacto directo con ella. El vecino le preguntó si buscaba a alguien y “ELE” dio el nombre de Xavier González del departamento 7. Creo que allí no vive ningún Xavier, quizá te dieron mal la dirección, comentó el vecino tratando de disuadirlo de marcharse a lo que “ELE” rápidamente contestó allí vive, vengo a buscarlo ¿me dejarías pasar para ver si se encuentra?, Claro, contestó el vecino y luego le pidió un cigarro; “ELE” sacó unos Marlboro rojos alargados y se lo encendió con un zippo negro con una letra “L” dorada al centro. Jugando al investigador, el joven le preguntó por qué cigarros alargados a lo que “ELE” respondió porque los fetiches mortales que escogemos para apaciguar la vida deben ser elegantes y suaves y además detesto apresurar los finales. “ELE” le encendió el cigarro y ambos entraron juntos, caminaron lentamente por el pasillo pobremente iluminado por la amarillenta luz del fondo; mientras más se acercaban al número 7, el sonido de la música que provenía de la planta superior se intensificaba, “ELE” se quedó parado frente a la entrada como esperando un intermedio para llamar a la puerta o para que el vecino entrara a su casa, ya que lo miro de soslayo hasta que su sombra se desvaneció detrás de la llovizna del vidrio de la puerta de su departamento. El vecino rápidamente se dirigió hacia la planta alta para espiar desde su habitación las acciones del desconocido. Indica que cuando se acercó a la ventana la puerta del número 7 ya estaba abierta pero nadie había abierto y que al fijarse ben observo pedazos de vidrio en
el piso pertenecientes a uno de los cuadritos de la parte superior de la puerta. Luego cuando se hubo terminado el cigarro que “ELE” le regaló, vio salir al desconocido con un mujer de largo cabello rubio y zapatos de charol color rojo, quien llevaba varias bolsas (algunas de plástico) en las manos mientras “ELE” la sostenía del codo. Cabe aclarar que la forzó a salir y que la chica de unos veintiocho años parecía ir por voluntad propia, Mierda, mierda, mierda!!!!!! (borrar después al pasar en limpio). El vecino comenta que la música se siguió escuchando por dos horas más hasta que el disco se rayó y repitió una parte de una canción durante casi media hora. Nadie reparo en tal asunto por las costumbres disipadas del habitante del número 7 que respondía al nombre falso de Xavier y por supuesto sigue sin poder identificarse. Más tarde los vecinos se juntaron para reclamarle pero al encontrar la puerta abierta decidieron entrar para encontrar el cadáver de Xavier, desnudo sobre una gran mancha de sangre esparcida por la cama. Decidieron entonces llamar a la policía, pero entonces se apersonó un tipo alto, flaco y con lentes oscuros estilo Ray Ban junto a un tipo regordete y chaparro quienes se identificaron como policías ministeriales y les dijeron que les convenía más olvidarse del asunto porque ellos se encargarían de todo. Acto seguido entraron, quitaron la música y
limpiaron el departamento para luego llevarse el colchón y el cuerpo. Más tarde me llamó el vecino para consignarme esta investigación proponiéndome pagarme un poco más si lo dejaba participar en la investigación. Accedí pero hasta ahora sólo le he encargado tareas inocuas pues me parece que estamos frente a un caso complicado y nada convencional. El departamento es muy normal, demasiado normal a excepción del desorden como de varios meses, las manchas de sangre mal limpiadas debajo de la cama.


La madrugada se hizo mañana cuando salí y afuera frente a la puerta, y esta es una de las cosas buenas de tener una ciudad llena de personas sucias, en la calle, cerca de un árbol entre un montón de basura, llamó mi atención una cajetilla de Benson mentolados aplastada con una hoja doblada entre el cartón y el plástico; esto no significaría nada pero tengo esta afición por los papeles tirados en la calle y casi siempre me detengo a leerlos, es una especie de compulsión personal, así pasa la gloria del mundo, además de que es mi marca. Recogí la cajetilla y saqué la hoja que contenía el poema “Sueño
para el invierno (otra versión)” de Arthur Rimbaud transcrito a mano que no le interesaría a nadie que no tuviera una afición por la poesía simbolista; y que por otra parte no tendría ningún interés para esta investigación si seguido de la dedicatoria no tuviera anotado “Tennesse” (como después me enteré con las prostitutas olvidadas en las paradas de los autobuses, de que así era conocida la chica de los tacones rojos) y en la parte posterior una dirección ¿qué animal no responde a su instinto?


18 de octubre de 2014

DISOLUCIONES (Novela por entregas)


CAPÍTULO 4


Big kiss from faraway mexico



Apenas alcanzamos la Avenida principal, el auto se volvió indolente y adquirió una velocidad constante. Al interior de mi mente, las líneas blancas sobre el asfalto se hicieron a un ritmo que le vendría bien al viejo Leonard Cohen. Aburrido de buscar una canción que congeniara con la helada y sórdida postal que era la ciudad a esas horas, me fui quedando en silencio. El viento que entraba por la rendija que había dejado en la ventanilla para que no sé congelara Tennesse, me mantenía en el camino mientras mis piernas y mis brazos se carbonizaban. Calles vacías, negocios cerrados, una vaciedad intranquila -como la que queda después del desfogue- me adormecían.
Parte del frío se me había quedado en el pecho a fuerza de nicotina pero obligado a mantenerme despierto mientras ella dormía, volví a fumar aun cuando las cenizas y las colillas de una cajetilla de cigarros se desbordaban manchándome el pantalón y las botas de tacón italiano; aun cuando apareció esa tos de cuando ha sido demasiado. A través del Rosario colgado en el retrovisor, las luces neón de los autos, en un parpadeo, se convertían en enrojecidas miradas y finalmente en puntos lejanos como los acontecimientos en mi memoria, como colillas desapareciendo velozmente por el costado del auto. Mientras yo me encorvaba sobre el volante, a mi lado Tennesse se metía en el asiento, abrazando sus varias bolsas. Me preguntaba qué podría estar sucediendo detrás de esos parpados, detrás de ese rostro que obligado a una paz momentánea, se había transformado en una paradoja que reflejaba el candor de la vida, la dura realidad de la muerte. Aunque días después con la boca llena de malteada y pan de arándano me diría con esa insolencia inocente que ella no sabía qué era soñar, porque nunca había soñado.

Llegamos al motel alrededor de las cinco de la mañana. La expresión del tipo que nos recibió me hizo consciente del ruido que hacía el desastre que llevábamos por auto y al que ya me había acostumbrado o quizá fuera que me encontraba demasiado agotado como para atender nada más que el cansancio. El tipo que parecía haber salido recién de una granja de desintoxicación, me pasó por alto y despertó a Tennesse con vagas preguntas tratando de descubrir si había llegado allí por voluntad propia; su mirada sin embargo se clavó en las bolsas, se entretuvo en revisar lo que llevábamos dentro del auto. Como toda mujer que se hace respetar, ella respondió dirigiéndose a mí: cariño dile por favor al empleado que se apresure. Con esa altanería que busca suplantar la dignidad me asignó una habitación y no me perdió de vista sino hasta que cerré la puerta de la habitación.

Apenas entramos, sin siquiera abrir los ojos, Tennesse se fue directo hacia la cama, en el camino se deshizo de los tacones, dejó todas las bolsas sobre el suelo a una distancia en que pudiera tocarlos y se metió sin reparos entre las cobijas, como si conociera de sobra el monótono diseño de ese tipo de lugares. Recorrí el sitio con la mirada, apagué las luces, encendí la lámpara de piso y me aseguré de cerrar bien la puerta. Recordé que eso debe hacer uno en los hoteles de paso aunque tuve la sensación de nunca haber visitado un sitio como este. Me recosté al lado de Tennesse, su semblante era dulce y calmado como si no hubiera dormido así en mucho tiempo. Abrió un poco los ojos y me sonrió ligeramente para volver a dormirse. Cómo es que una chica acepta ser fornicada por un pobre diablo entre sábanas y decoraciones hechas específicamente para no significarle nada a nadie. Qué clase de hombre le niega su casa a una mujer mientras ésta no sea una puta callejera. En algún punto, al comentar esto con ella me diría entre risas que para ser un misántropo autodrestructivo resultaba yo bastante delicado.

Tal vez era la pinta del lugar o que me había dado mala espina el tipo de la entrada pero no pude conciliar el sueño aunque era preciso que durmiera unas horas si quería continuar mi camino. La mugre sobre el rostro comenzó a fastidiarme así que me levanté y fui hacia el lavabo para enjuagarme la cara. Me saqué la gabardina y la camisa que para entonces no era más que un trapo macilento. Caí en cuenta que durante toda la noche Tennesse no me había llamado por mi nombre, que era lo bastante amable como para preguntarme en caso de no saberlo y que a mí me avergonzaba aceptar que lo desconocía. Pensé que en mi billetera podría encontrar la respuesta, algún indicio de quién era y qué hacía; algún rastro que me dijera en qué lío del demonio andaba metido como lo presentía. Con la poca luz que llegaba desde la lámpara pude ver en una licencia de conducir, un rostro, un nombre, una dirección, un montón de papelitos y esas cosas que se guardan. Me acerqué al espejo para asegurarme de si se trataba de mí efectivamente. A través de la oscuridad pude por fin ver con calma mi rostro y tuve esa sensación de cuando se encuentra de nuevo a un amigo de la infancia, sin embargo no era yo el de aquella credencial, entonces traté de leer el nombre pero me era prácticamente imposible, alguien debería encender una jodida luz en este chiquero, me dije y esa frase me llevó a pensar que al entrar en el motel no había visto ni una luz encendida además de la improvisada en la cabina de la entrada, fue entonces que escuché sigilosos pasos afuera y me petrifiqué un segundo como sucede con la realidad justo antes de un accidente o de una violenta sacudida de las circunstancias.

Me asomo hacia la puerta de la habitación y la barata perilla de plástico color amarillo comienza a girar lentamente después de que la llave entra, hendidura por hendidura, lentamente en el cerrojo. Dejo la billetera sobre el lavabo, me acerco a la gabardina para tomar del bolsillo interior la Beretta, y silenciosamente me arrodillo justo enfrente de la entrada pero en el muro opuesto. Con toda la suavidad posible corto cartucho y la puerta que ya se abría se detiene un instante para luego azotarse. Una sombra entra y de un salto se echa encima de Tennesse que despierta sobresaltada y en su intento de escapar termina enredada entre las sucias sábanas. La habitación se llena al instante de un fétido olor que es mezcla de axilas sudadas, thinner y cemento amarillo. La segunda sombra apenas pone un pie dentro levanta su brazo izquierdo para hacer destellar una escuadra. Mi vista es mala, más cuando todo es oscuridad y la lámpara está parpadeando en un rincón como una idiota, pero desde hace varios segundos tengo su pecho en la mira, se encuentra a menos de cinco metros de mi posición y en este momento estoy seguro que no hay nada que la divinidad o el mundo pueda hacer para detenerme. Él recorre toda la habitación con el cañón de la pistola esperando encontrarme. Aúlla todo tipo de elaboradas groserías para decirme que no se me ocurra hacer alguna pendejada y que salga de una puta vez porque si no, van a chingarme en serio. Pero lo que no saben es que ellos están aquí no para menoscabar mi voluntad sino precisamente por ella, que todo esta serie de eventos tienen qué ver conmigo y no con ellos. El tipo de la escuadra azota en seco contra el suelo al final de mis cuatro disparos y de inmediato su cuerpo queda pegado a la alfombra barata; su arma se escurre bajo de la cama donde Tennesse patalea y berrea intensamente para no ser aprisionada por la primera sombra que frenéticamente busca al mismo tiempo someterla y bajarse los pantalones para sacarse la verga.

Luego de los primeros disparos, la tercera sombra se congela en el quicio de la puerta y el tipo encima de Tennesse me jura que va a matarme por haber baleado a su hermano, entonces me levanto y mientras él se arrodilla en la cama en un torpe intento por quedar de pie, lo tomo por el cabello y le pego el cañón de mi arma al cuello, la carne se cuece y el olor aún no se ha disipado cuando le meto dos balas en el cuello y una más en el pecho; la sangre brota a chorros manchándome incluso el cabello. Entre mis dedos siento ese pequeño temblor que deja la carne reblandecida por el fuego. Le apunto a la tercera sombra que se aferra a un desarmador en punta y jalo el gatillo hasta darme cuenta de que me he quedado sin balas. El tipo duda un momento y amaga con venírseme encima pero lo detengo arrojándole el arma a la cabeza. Él se agacha y yo de un salto llego hasta donde se encuentra para echármele encima como sucede en las películas de vaqueros. Aquello se convierte en un amasijo de puñetazos y rasguños y así nos incorporamos únicamente para que me levante por las piernas y me azote de espaldas contra el cemento liso del pasillo. Para entonces cada músculo de mi cuerpo está fundido, respirar se me hace complicado y observo cómo el rostro desencajado de una sombra toma impulso para apuñalarme. Todo se devuelve al silencio, todo camino no va a otro sitio sino al final del sendero. Veo un guiño irónico de la muerte en la punta del desarmador que se levanta para tomar impulso. Una detonación sorda. Un salvaje chispazo de magia que abre el amanecer, donde una feroz luna llena se encapricha sobre el firmamento que ilumina los límites de la ciudad que ha sido nuestro universo. La ceniza de las nubes se pinta de rosa por un momento. Las luces de colores que me nublan la mirada comienzan a desaparecer y veo a Tennesse de pie a mi lado, empuñando con fuerza la escuadra que sigue humeando como un espíritu penando en el otoño de esta mañana. A lo lejos las campanas de una iglesia suenan y nos llaman al hogar de los arrepentidos, pero Tennesse, somos lo que somos, el diablo nos ha arrastrado hasta esta circunstancias, tú y yo sabemos que Dios no se preocupa por alejarnos del pecado, que así hemos luchado porque fuera distinto, que entregamos todo, que nos fuimos perdiendo poco a poco, porque así nos dijeron los lobos del hombre que conseguiríamos alcanzar nuestros deseos, pero nunca fue suficiente para ellos y ahora nuestra voluntad se ha entregado a su inercia y ya no podemos solucionarlo, pero tú eres mi reconciliación, eres el esplendo entre la hierba, te has convertido en esa oración a la que se vuelve en los peores momentos de este desprecio por el mundo.


Me levanto con dificultad y le quito el arma de las manos a Tennesse, recogemos nuestras cosas y ella me ayuda a llegar hasta el auto. Nos subimos y atravesamos las calles perjudicadas por el vulgo que nos gobierna. Atravesamos tugurios, bares, prostíbulos de mala muerte, obscenos hoteles y abandonadas plazas. Ella me dice que conoce a alguien cerca, que debiéramos ir allí para asearnos y descansar, porque para entonces el rostro se me ha vuelto una pegajosa plasta de sudor, mugre y sangre. Nos quedamos en silencio y es la primera vez que con ella me siento incómodo, enciendo la radio para cubrir mi imposibilidad de tener una conversación espontánea. La Ciudad de México que es ajena a las perversiones nocturnas está despertando, apenas alcanzamos la Avenida principal, el auto se vuelve indolente a mis órdenes y se mueve por sí sólo, como si supiera a dónde vamos. Al interior de mi mente, las líneas blancas sobre el asfalto entran al ritmo de un misterioso Nick Cave
-Ain't Gonna Rain Anymore.

-¿Qué?-
- Ain't Gonna Rain Anymore, de Nick Cave, es esa canción- me dice Tennesse mientras busca un cigarro en sus varias bolsas. La miro de reojo, todavía se ve asustada pero no parece intranquila. Enciende el cigarro y frente a nosotros cae un rayo gordo y brillante y de inmediato se derrumba el cielo sobre nosotros. El día se ha nublado pero no hace frío y la tormenta me viene bien ahora, para calmarme el alma.
-Conoces a Nick Cave, ¿te gusta su música?-

-No particularmente, pero pienso que es adecuada por… todo esto… ya sabes; las ruinas y el naufragio- me dice señalando a la radio. Le pido un Marlboro y me lo enciende; sus labios quedan marcados en el filtro. Aspiro profundamente aunque me resulta doloroso y mis ojos inyectados se pierden en el blanco resplandor de esta incertidumbre.

26 de septiembre de 2014

DISOLUCIONES (Novela por entregas)

CAPÍTULO 3


ANEXO 2

-Los orgasmos están sobrevalorados, mientras cada uno de nosotros se devalúa más y más con cada persona con la que decides desnudarte-
-Toda esta jodida realidad del mundo dominada por la posibilidad de la sexualidad, ni siquiera por el acto mismo, se la debemos a esa clase de prostitutas que sobre explotan el deseo y la fantasía y no el sexo como se supone es el oficio-
-Lo que es realmente terrible es la sobre producción de carne sin sustancia; la enajenación a la que te obliga todo este diseño de vida cotidiana hecho por los viejos calvos, obesos y pervertidos que son dueños de las posibilidades en el mundo-
-El sentido de posesión, es decir, cuánto posees de qué cosa. Todo tu valor lo tiene la actitud y la actitud es una historia que te cuentan tus padres y la crees… pero que te digo, si para nosotros, los que no tenemos nombre, nuestra actitud es la del despojo-
-Vamos por la vida masturbándonos en la publicidad, en los programas de televisión, en el cine, en la música, en las ganas de llenarte de glamour y fama, en ese cuerpo con el que haces el amor comúnmente… y vas a terminar desollándote a ti mismo y nunca vas a encontrar, ya no digamos paz, hablemos únicamente de placer, ese placer que te diluye-
-Es también nuestra culpa, por pensar que existe un Lado B de la vida, que cuando sea tocado romperá todos los paradigmas y entonces seremos nosotros los beneficiados, porque todo se trata del interés y de la envidia, se trata de que te das cuenta que el otro lo tiene y tú no-
-El lado B existe, sabes, pero aunque llegara tampoco formaríamos parte. Somos el momento de darle vuelta al disco y allí como sabes, no hay música-
-Las mujeres podrían perdonarlo todo, excepto un miembro precoz o un espíritu pusilánime; si no padeces de esto, entonces ya puedes preguntarte si tus posibilidades alcanzan para llenar un alto porcentaje de sus expectativas-
-Todo es una mentira bien elaborada y es perfecta porque depende de que ustedes la crean, pero son tan… inocentes, como un niño de tres años…-
-Tengo un amigo que estudió sociología o psicología social o alguna de esas tonterías y en algún momento hicieron un experimento con los trabadores de una fábrica, se trataba de liberarlos de todos los medios de explotación y exigencias patronales… al cabo de un tiempo aquello se había convertido en una carnicería… un explotado necesita de alguien que sepa explotarlo y todo por esa glorificación teórica del trabajo; estamos metidos hasta el fondo en el sistema-
-Según tu lógica deberíamos aceptar nuestro papel de tramoya en este gran espectáculo capitalista y dejarnos aplastar cuando se les antojara-
-Sólo digo que antes con cuarenta y cinco pesos podías comprar una cerveza y dos cajetillas de cigarros… que seguiríamos pagando por fumar y por sexo ya sea en un prostíbulo o en una cita-
-Conocí a un chico que detestaba a una mujer y en un año ya eran novios; pasó el tiempo y al siguiente año ya se habían casado y de inmediato se hicieron de tres hijos. Poco a poco él fue cayendo en un marasmo de humillaciones y problemas de matrimonio. Aquella chica no era bonita, no era ni siquiera agradable pero algo tenía, quizá un psicólogo podría explicarlo mejor. Un día este chico llegó de trabajar y estaba comiendo su sopa fría, al levantarse por sal ella le ordenó que no le pusiera sal a la sopa, que no era sano, entonces él se acercó a ella y comenzó a golpearla hasta mandarla al hospital. Luego de disculparse amorosamente, siguieron esa rutina durante veinticinco años. Al final, mi madre le preguntó a esa mujer por qué había aguantado todo esos malos tratos y ella le contestó que por sus hijos y yo siempre he pensado que no se refería a lo que todos estaban pensando en ese momento-
-Conocí a una prostituta que en realidad no era muy guapa, pero todos la buscaban porque juraban que se trataba de un hada madrina que en lugar de varita mágica tenía su sexo. Era como si estar con ella te asegurara que tus deseos inmediatos se cumplirían o por lo menos, estarías más cerca de cumplirlos. Era como si fuera un hada prostituta que en lugar de proporcionar placer te proporcionaba un destino mientras ella no podía abandonar esa sucia habitación que era su vida-
-Tengo un amigo que había elaborado toda una estrategia anarquista basada en la mediocridad y la condescendencia. No creía que le mundo fuera a cambiar aunque estallaran todas las guerras del mundo. Su estrategia se basaba en el desánimo que le sigue al hartazgo. Se trataba de ser estudiado y educado y realizar tu trabajo a penas lo suficientemente bien como para no desaparecer por completo. Se trataba de llenar de ideología todo trabajo de siervo para los administradores del mundo. Se trataba entonces de administrarles la vida a los administradores del mundo. Creer que el mundo podría pertenecernos sería un error. Creer que algún día nosotros ocuparíamos la punta de la pirámide sería un error. Él pensaba que no deberíamos apropiarnos de nada más que de la intención de aquello que nos proporcionaran nuestros medios. No ser asimilado, no ser incluido, no ser considerado. Se trataba de mantener vivo el rencor y el desprecio. Se trataba de abandonar la esperanza de un bien mayor y más sofisticado, porque es allí donde nuestro propio cuento sobre la realidad sucumbe ante la saciedad de posibilidades.-
-Recuerdo cuando el mundo se trataba de la pura contemplación y los placeres simples como esperar al lado de la radio a que comenzara tu programa favorito para grabar en viejos casetes la música que te gustaba. Como las tardes después del colegio mirando el televisor sin la necesidad de tener una opinión respecto de todo-
-Mi padre vivió con miedo toda su vida. Así nos educó en el temor, en la necesidad de aferrarse, pero no me mal entiendas, no era un cobarde, únicamente sabía que el mundo era un lugar terrible y no quería que por causa suya la realidad nos destruyera, como finalmente sucedió aunque no de manera definitiva. Hablo de la confianza, de la pertenencia, de la necesidad de saberse-
-¿Quieres escuchar algo que escribí?-
-Sí-
-A veces somos malos
únicamente porque serlo parece lo adecuado
pero todo mal es irreversible
queda la vida entera para equilibrarse
para llevar la balanza a un mejor estado
a quién le importa lo que necesitamos
si no es adverso para nadie.
Todos los momentos son importantes
para limpiar los malos humores
de la carne.
El mundo es un lugar triste
el dolor es esa realidad cotidiana
que nos envuelve
que nos apresura a juzgar y castigar
a llevarlo todo hacia
un sombrío subterfugio.
A veces somos buenos
únicamente por serlo
y lo pasamos por alto.
Se requiere de valor para aceptar la luz
y las sonrisas ligeras
que no tienen compromisos
mercenarios-
-Tennesse, ¿desde cuándo escribes?-
-Desde que tenía quince años-
-Y por qué nunca has publicado si hay un montón de estúpidos que lo hacen a diario-
-Esa es la misma pregunta idiota que todos me hacen. No se trata de mí finalmente-
-Tienes razón ¿Tennesse, quién es el último imbécil que no quiso publicarte?-
-¿Para qué quieres saber?-
-Ya que estamos perdiendo el tiempo, podríamos visitarlo…-

-Tú eres un pobre iluso… casi como un niño de tres años o un universitario-

12 de septiembre de 2014

DISOLUCIONES (Novela por entregas)

Capítulo 3 (ANEXO 1)


YO QUIERO TENERTE

Yo quiero tenerte
Yo quiero estar contigo
Yo quiero que te recuestes detrás mío
y me hagas el amor a tu ritmo
el que Yo te he enseñado
Los orgasmos están sobrevalorados
mientras nosotros nos devaluamos
en cada relación
en cada misteriosa aparición de los sexos
Yo no quiero que te preocupes de mis orgasmos
esa es una aventura mía
en la que únicamente eres un personaje secundario
es un juego en el que Yo pongo las reglas
Yo no tengo nada
Yo no soy dueña de nada
Yo no quiero ser dueña de nada
Yo quiero serlo todo
Yo quiero ser la leche que nutre este mundo

“Tennesse”
Ciudad de México
La India, 3:00 am


A VECES UN DÍA

A veces despierto y pienso que apenas cierre la puerta de mi casa
me iré lejos, que no podré detenerme.
A veces pienso que al caminar por las calles olvidaré mi nombre,
que la próxima vez que me vea en el espejo seré vieja
con el cabello canoso y el rostro negro,
y que entonces sabré qué anduve buscando todo ese tiempo.
A veces pienso que caerán sobre mí como un edificio
que se derrumba
todas las enfermedades, todas las alegrías,
todo el amor, todo el dolor, el odio
o la vida
y que entonces no hallaré remedio
porque al fin me aceptarán en este su mundo
los adoradores antropófagos;
que no tendré que ir parchando mis emociones
con paliativos pasajeros
porque tendré un egoísmo verdadero.
A veces despierto y me atemoriza el cielo y el infierno,
el placer y el pecado,
lo implacable y lo omnipotente.
A veces despierto y pienso que estoy contenta con lo que tengo
que no importan los fracasos, que el mundo es perfecto,
Así terrible y solitario como es,
que la humillación y la exclusión apenas son un precio
como tantos otros
porque todos tienen un precio.
A veces despierto y pienso que si encontrara
un pobre cuerpo desalmado
me ocuparía de él para
luego habitarlo
y encender una luz todas las noches.

“Tennesse”

Ciudad de México

2 de septiembre de 2014

DISOLUCIONES (Novela por entregas)

CAPÍTULO 3



Entramos a la cantina, una canción suena tristemente en la rockola y cuando acaba únicamente quedan las pequeñas voces de los meseros que se cuentan chistes con el cantinero, el cual se encuentra distraído viendo un noticiero deportivo en el televisor; el lugar está vacío excepto por un viejo bebedor que al fondo, en la última mesa duerme desparramado sobre una botella de tequila a medio beber y un plato de plástico con frituras rancias. Nos sentamos en los taburetes, se acerca uno de esos meseros ancianos cuya actitud va mucho más rápida que su cuerpo, como si se fueran tomando la vitalidad de los borrachos que poco a poco van perdiendo la energía y agotando la conciencia. Mira a Tennesse y su expresión cambia de inmediato, en un santiamén se vuelve más jocoso y dicharachero; hace un par de chistoretes viejísimos y clava la mirada en las heridas y la sangre seca que aún tengo en el rostro para preguntarme qué voy a pedir para la “señorita”, haciendo un énfasis en las comillas, con más amistad que malicia. Únicamente hago un débil movimiento con la mano indicándole que decidirá por sí misma y ella pide una copa de Jack Daniel´s sin hielo, yo le digo que me traiga una Negra Modelo pero de inmediato se interpone su voz femenina para reclamar que no hemos venido hasta acá para bebernos una cerveza, que eso es bastante cutre, declaración que el mesero reafirma con un sarcástico “hágale caso a la señorita (esta vez sin comillas) ella sabe… ¿cerveza?, ni que estuviéramos en una fonda a las tres de la tarde”, seguido de una amplia carcajada que se expande por todo el salón haciendo eco. Ignoro si alguno conoce el significado exacto de la palabra “cutre” pero no quiero investigarlo y entonces pido otro Jack. Enseguida, dice el mesero y se va hablando sólo como hacen los tipos chistosos en las cantinas antiguas. Dame unas monedas voy a poner una canción, de algún modo tenemos que alegrarnos la vida, dice Tennesse. Saco unas cuantas monedas y se las entrego en la mano, ella se levanta y camina hacia el aparato. Sería justo decir que su cuerpo no es perfecto pero resulta atractivo aun dentro de toda esa vestimenta exagerada. Se mueve cadenciosa y a paso lento, segura de que todos allí dentro la miramos, segura de que ha aprendido bien el caminar de las divas hollywoodenses. Se inclina sobre la rockola y sus caderas se pronuncian con un erotismo que viene a demasiado incluso a esta hora. Elige durante un buen rato golpeando suavemente el suelo con el imposible tacón derecho de sus zapatos. Luego da media vuelta y camina a prisa para que la música le alcance en el camino. Suena No headstone on my grave y en seis pasos largos y cuatro pequeñísimos llega a nuestra mesa. En ese instante, como sugestionado por el aliento teatral de Tennesse, aparece el anciano mesero para dejarnos nuestros tragos y se va con una leve risa entre los dientes.
-Dónde en toda esta ciudad mal parida encuentras una cantina que tenga en su rockolla un disco de Jerry Lee Lewis- Le pregunto, no creyendo en la extraordinaria sucesión de eventos que caen a buen tempo.
-Esta es una noche distinta; yo soy una musa distinta; quizá hoy también tú puedas llegar a ser distinto-me dice moviendo los hombros al ritmo de la música y con una sonrisa pícara en sus bien definidos labios
-Tennesse, estoy presintiendo que toda tú eres una paradoja-
-CARA Y CRUZ[1]: Vida: soy de tu cara y tu cruz. / Casi siempre / colgada boca abajo, / pero fuerte como una telaraña al viento. / Mi corazón arde, / pero yo soy escarcha fría resplandeciente.”- Dice antes de comenzar a desmantelar su extravagante belleza dos horas después de que tomara con suavidad mi mano para apartarla del camino y desviarnos hacia una de esas cantinas solitarias del centro. Con el tiempo sabría que su mente era capaz de recordar poemas completos, párrafos enteros, expresiones exactas de todo tipo, incluso las que leía pintadas en los baños públicos y todo para cumplir con ese ritual suyo de hacerse y deshacerse a sí misma a través del personaje que había aceptado ser para sobrellevar la vida.
De un trago se bebe todo el contenido del pequeño vaso y comienza a sacarse las pestañas dejándome ver por fin sus dos grandes y profundos ojos cafés, luego se quita el cabello rubio platinado y brota de allí dentro una larga cabellera negra como mi suerte; se saca los tacones escarlata y los coloca a su lado, toma de un bolso unos zapatos de piso tan discretos que antes nunca hubiera podido relacionarlos con ella. Sentada como está se deshace del brilloso y ceñido vestido para ponerse uno de líneas negras sobre la tela blanca, de manga corta y sin escote que define mejor su edad, su belleza natural, su verdadero carácter. No pudo pasar por alto que el brasier y las bragas combinan perfectamente. De las bolsas del vestido toma unos guantes blancos y lentamente los hace a sus delgados dedos para señalarle al mesero que traiga otra ronda; me apresuro a beber y observo cómo cuidadosamente se quita el exceso de maquillaje y hace algunos nudos con su cabello para que no le estorbe.
Al final me encuentro sentando con alguien que es completamente distinta, por lo menos cinco años menor de lo que hubiera pensado y aunque aún no podría decir que la respeto, sí lo pienso dos veces antes de tirarle algún comentario desatinado. El mesero trae la siguiente ronda y nos quedamos como dos bobos, mirándonos sin saber qué sería lo adecuado; yo trato de leerla pero me encuentro como saliendo al sol de la tarde luego de haber dormido toda la mañana; por su lado, me parece que ella me tiene clasificado y con todo, permite que siga jugando el rol que me corresponde.
-No podemos quedarnos mucho tiempo, todavía hay algo que no hemos hecho- le comento.
-Voy a hacer una agenda empezando hoy, que termine dentro de diez años, para que al llegar a este día pero en diez años, sepa cuantas carcajadas pude sacarle a Dios con los planes que tenía para mi vida- me comenta, como iniciando uno de esos juegos íntimos que tienen las parejas después de cierto tiempo.
-Mi padre era implacable, no dejaba pasar nada. Si alguien se quejaba de nosotros era costumbre suya suponer que efectivamente éramos culpables y entonces nos azotaba. Decía que debíamos aceptar que así era la vida, que no podíamos hacer nada para cambiarla. Que él buscaba la razón y lo justo, que no iba a cubrirnos por el hecho de que fuéramos parte de su familia. Cuando se hizo viejo le sobrevino una revelación espiritual y se llenó de compasión y misericordia. Nunca entendió por qué fuimos tan duros e implacables para con sus errores, nunca entendió por qué, según él, estábamos tan equivocados, pero nos perdonaba y nos siguió perdonando hasta el día de su muerte y así fue como se salió con la suya el viejo-.
-Los orgasmos están sobrevalorados, yo no quiero que tú te preocupes de mis orgasmos, esa es una aventura mía a la que no has sido invitado…[2]-.
Seguimos hablando así durante una hora excepto por las salidas a fumar o cuando ella iba a poner nuevas canciones. Finalmente pagamos la cuenta, me pide que suba el cierre de su vestido y salimos a la calle. Enciendo un cigarrillo, me pregunta a dónde es que nos dirigimos, saco la tarjeta y se la muestro, ella la mira con cierto desaire.
-Conozco un poco la zona, puedo decirte cómo llegar más rápido-.
-Pues vámonos, no quiero dormirme manejando-le contesto, abro el automóvil y subimos.
Nos alejamos del lugar y No headstone on my grave se desvanece entre las calles del centro repleta de chicos que en la madrugada comen o fuman, que entran o salen de las cantinas y bares; y mientras más pienso en aquello que persigo más me voy sintiendo perseguido. Pienso en Tennesse y me digo que es como una prostituta virgen, como una madre que me da hijos que son hermanos, como una antagonista que se lleva los aplausos al final de cada acto. Pienso que todo este viaje, que todo este paseo por el amor y la muerte, incluso yo mismo, en realidad formamos parte del destino de Tennesse; que si ella decidiera desaparecer toda la ciudad se vendría abajo. Pienso que no importa qué haga de ahora en adelante porque necesitaré quererla, pero que debo hacerlo clandestinamente para que no me disuelvan las potencias inevitables de su orgullo. Me doy cuenta de que ella se ha convertido en el ombligo del mundo y de que yo continúo siendo un esclavo…Don't put no headstone on my grave, all my life I've been a slave. Want the whole wide world to know, that I'm the man that loved you so. Mama, mama, don't you cry, i'm gonna meet you in the by and by, in the sweet by and by…




[1] Monroe, Marilyn: http://lejosdeltiempo.wordpress.com/
[2] Estimado lector, la conversación aunque extensa y metafórica me parece interesante sin embargo podría distraer de la acción dinámica aunque secundaria de nuestros personajes, por tal motivo la podrá encontrar completa próximamente en el anexo a este capítulo (N. A.).

22 de agosto de 2014

DISOLUCIONES (Novela por entregas)

CAPÍTULO 2




El caos es oscuridad. Y nuestra condena es jugar ajedrez con la muerte. No ser nunca nadie. Que Dios a fuerza de albedrío, a fuerza de esa lógica imperturbable dominada por los adoradores de sí mismos, nos deje con el saludo en la boca.

Nuestra condena es el destierro al que nos obligaron aquellos que hicieron la juventud únicamente suya, que en el influjo de cada día se ceban en la esencia de las cosas, en la naturaleza visible e invisible del mundo de la vida y se apropian sin reservas, como dice Tomás Segovia, a ti que te gusta tanto, hasta de nuestra puta tristeza ¿Y qué hacemos los hijos bastardos de este siglo? ¿De qué nos alimentamos sino de negros pájaros de rencor y resentimiento, de remordimientos y terrores, que a diario te dicen que es demasiado grave la herida para salvarte; que es imposible liberarte del recuerdo de esa mujer que en el precario equilibrio de la memoria siempre devuelve tu sonrisa con un seco desprecio sin gestos y parte hacia el amor, hacia el sexo, hacia el amor, hacia las mezquinas manos de algún privilegiado, dejándote más triste que un zapato olvidado que cuelga de un cable.
:::::::::::::::::
Vamos a la caza del tiempo que perdimos creyendo en nuestros veinte años. Dejo de jugar con gatillo de la pistola, ya sabes, haces presión esperando que-se-no-se dispare y queden embarradas sobre la mugre de la pared todos esos que podrías haber sido. Pienso que este no es el punto límite que espero y me despabilo de estos malos días. Miro a lo lejos a través de la ventana, el cielo nublado se abre… diría que a unas cuantas horas de distancia… y me parece que veo la reproducción vieja y percudida de una pintura, una de las tantas que mi abuela colgaba orgullosa en las paredes de su casa. No puedo desprenderme de mi educación católica, pienso que allá está sucediendo un milagro mientras acá seguimos solos. Guardo la Beretta como hacen los protagonistas en la televisión o en la pantalla de los cines y no me avergüenzo, me convenzo de que es mejor de esta manera. Me pongo la camisa y el abrigo; tomo los Ray Ban falsos y tiento pegada a mi pecho la cajetilla de cigarros. Enciendo uno y toda percepción se esfuma con la primera bocanada…
::::::::::::::::
Miro el cuadro del auto, mantengo desde hace varios kilómetros una velocidad constante y mi pensamiento anda al paso. Miro el cuadro del auto y estamos a punto de quedarnos sin gasolina y mi pensamiento anda al paso, pero está a punto de quedarse sin impulso, algo de combustión interna le hace falta. Tengo entumido el cuello y un martilleo leve pero interminable detrás de la cabeza. Los cigarrillos me saben a jugo gástrico, no hemos comido en todo el día. No podíamos detenernos, la noche, la Ciudad, este nuestro destino ha dejado de una vez por todas las pendejadas y se abre para que entremos completamente en nuestras pesadillas. No me engaño, nada en esta historia le pertenece a mis convicciones, soy apenas un pretexto, un peón sacrificado para que algún mediocre imbécil al final sea coronado con la chica hermosa. Sé que apenas soy una sombra para la esperanza.

El mentol del cigarro que fuma la chica a mi lado entra por mi nariz y derrama las ideas que son como una enfermedad que padezco desde hace años. Se terminó la gasolina, si vas a secuestrarme, sé un caballero y cómprame por lo menos un café y un par de cajetillas de cigarros, me dice mientras me acerco a la gasolinería. Le pido al chico que llene el tanque y pago con billetes que ella me ofrece de una pequeña bolsa negra de plástico. Una vez cargados meto el arma en la guantera y bajo a comprar café y varias cajetillas de cigarros en la tienda de veinticuatro horas. Adentro, los chicos que atienden el sucio local se mueven como señores feudales dentro de ese miserable establecimiento que es su tormento, con esa autosuficiencia que tienen los supervisores. Pienso que nada nos queda entre las ideologías de moda y la libertad de supermercado. Que mi mentalidad burocrática no tiene cuerpo, que estamos esclavizados en una rapidez vacía, que nuestro simpáticos gestos no tienen significado y que en realidad nos vamos muriendo de nada. Pago y echo un vistazo a las revistas del corazón y me avergüenza salir con las manos llenas de envidia. Afuera encuentro a la chica de los tacones escarlata recargada en el auto rodeada de tres malditos pretensiosos de pantalones ajustados, mocasines de gamuza, ridículos bigotes y sombreritos idiotas.

Galantean con ella y le encienden otro cigarrillo. al irme acercando siento cómo el miedo comienza de nuevo a relatarme la vida, este es el que te tiene secuestrada, pregunta uno, deberías por el bien de todos dejarla con nosotros, me dice otro mientras el tercero me abraza con firmeza como reclamando el territorio, sabes que es peligroso fumar aquí, podrías incendiarlo todo, le comento apenas levantando la mirada –mi estómago arde- súbete, ya nos vamos, ¡hey, compañero, porque no te vas a la chingada!, me dice uno de ellos, dejo los cafés sobre el toldo y le entrego unos Benson mentolados, meto las manos al abrigo para sacar las llaves ¡Qué no oíste, que te fueras a la chingada! Me dice otro y de inmediato le estrello mi puño en la boca, siento cómo un par de dientes se clavan en mis dedos y con ese impulso me retraigo para deformarle el parpado al que está a mi derecha, el tercero me golpea justo en el pómulo y entonces aquello se vuelve una danza burda de agitados esfuerzos por mantenerme en pie y ellos por derribarme, finalmente cedo a sus intenciones; me arrojo sobre uno de ellos y ya encima le destrozo el rostro como un maniático, los otros se incorporan, me toman del cabello, detesto que me pateen con mocasines y sandalias, me siguen pateando las costillas, cada vez más débilmente, gritando que lo suelte y yo sé que si lo hago estoy acabado.

Se acercan los empleados para separarnos, los tres tipos suben a un convertible y eso en verdad que me fastidia. Se largan. Espero todavía un rato en el suelo que a pesar de la hora sigue cálido y a estas alturas me comienzo a sentir un poco fatigado de cargar con mi vida. El coraje se combustiona y efervescen las lágrimas y sé que no podré contenerme. Entonces ella tira el cigarro, lo aplasta suavemente y se acerca para cubrirme con su sombra; desprecio el mundo, me dice, se hinca para tomarme de la mano, vámonos, no pienso abandonarte, contigo llevo todo lo mío. Me es inevitable acariciarle el rostro y mancho su maquillaje de sangre, sombras y polvo, comprendo que he recibido toda la compasión y el consuelo que el hombre necesita de la mujer. Le sonrío levemente y ella entiende que con ese gesto ha recibido la aprobación que toda mujer necesita del hombre. Me incorporo con el cuerpo molido y subimos al auto. El rostro me punza pero no es dolor sino una sentencia
-necesito ponerle un nombre a ese rostro-
-dime como quieras… “Tennesse”-
Lo aceptamos. Giro la llave. Enciendo el auto.


14 de agosto de 2014

DISOLUCIONES (Novela por entregas)

CAPÍTULO 1

Absolutamente nada. No recuerdo absolutamente nada. Sólo tengo el rumor de un perfume y la imagen fija e un rostro masculino ensangrentado. Mis ojos se clavan en el compulsivo parpadeo rojo del semáforo y su luz intermitente llena de manchas carmesíes las gastadas vestiduras de este viejo auto. Dentro, el silencio se hace a fuerza de una cantidad interminable de pequeño ruidos.
-No me dejes tirado sobre la avenida- pienso.

Siento entonces cómo mis manos tiemblan aferradas al volante. Estoy sudando, pero este sudor no es nuevo, puedo adivinar que se trata de la acumulación de varias horas. Contrario a mi cuerpo que hierve y se sofoca como si fuera el cuerpo de un adolescente, la camisa negra y la playera debajo están empapadas de frío. Un auto detrás hace sonar su claxon con furia y siento que me apura la mirada desencajada de un copiloto que hasta ahora desconocía. No me atrevo a voltear, miro de reojo a una mujer de tacones escarlata y cabello rubio platinado, que a su vez mira el arma que llevo, a cartucho cortado, sobre las piernas.

Por la izquierda me rebasa un Versa gris con cuatro tipos que en pleno alarde me insultan a gritos; uno de ellos baja la ventanilla y arroja a mi puerta su vaso lleno vino. Los sigo con la mirada hasta que se pierden en la siguiente curva y pienso que este no es el límite que espero, sin embargo, me es inevitable fijarme en la placa del auto y me parece que se trata de alguna manía personal. Meto primera, el auto se sacude y hace que se sacuda la tierra; amaga con apagarse y ese acto me resulta familiar como la culpa, tanto que sufro una regresión momentánea y recuerdo el Valiant Duster azul de mi padre, el humor de mi padre, sus ojos embravecidos…

Noto que la mujer a mi lado tiene el mismo semblante y a partir de ahora me provoca un desprecio indiferente y una obligación sin responsabilidades y de alguna manera sé que puedo confiar en ella, que ella puede contar conmigo.


Ahora lo sé, avanzamos hacia el norte cruzando la Ciudad de México a través de la Avenida Insurgentes. Todo a nuestros costados son impresiones de una vida que no quiso dársenos, que a palos nos fue negada. La necesidad de un cigarrillo me golpea con un costal de resentimientos y comienzo a buscar alguno en los bolsillos del abrigo, meto la Beretta debajo de mi pierna y sigo buscando. La mujer a mi lado me ofrece una cajetilla de Benson and Hedges mentolados y para entonces no puedo soportar ni verlos; se la arrebato de la mano y la arrojo a sus pies en un seco desprecio sin gestos. Busco de nuevo en el bolsillo interior del abrigo y encuentro unos Marlboro 100´s que me tranquilizan apenas al tocarlos. Saco uno mientras sostengo el volante y rápidamente lo enciendo. Aspiro profundo para que el humo ahogue todas las dudas que llevo dentro, la primer bocanada me tranquiliza, el humo azul y gris golpea el parabrisas y luego lo acaricia hasta llegar al tablero; entonces noto al reverso de la cajetilla, metida entre el plástico y el cartón, una tarjeta con el nombre de una mujer y una dirección, todo escrito a mano. Tengo que encontrar a su dueña, ahora lo entiendo. La chica a mi lado recoge sus cigarros y un cassette maltratado que mete en el autoestéreo. Suena Love Sick de Bob Dylan mientras ella se cruza de brazos para fumar, mirando la acera llena de extraños que podrían lastimarte con cualquiera de sus pretensiones; mientras yo entiendo que ambos preferiríamos estar allí que dentro de este auto, pero que hemos respondido al llamado… tengo que seguir conduciendo… el tiempo es un lujo que nosotros los exiliados, los desgraciados, los imperdonables del mundo pequeño, no podemos darnos…

DISOLUCIONES

NOVELA POR ENTREGAS

 PRÓLOGO DEL AUTOR

Esta novela pretende ser, en el más estricto sentido del género: un folletín[1]. Una ficción caracterizada por la naturaleza de su producción, con un argumento poco verosímil, de simplicidad psicológica, que recurre a la temática amorosa, pero también al misterio y quizá a lo escabroso.

Este es el género popular por antonomasia, esencia de la cultura popular en cualquiera de sus facetas. Así, entiendo al lector como un sujeto pasivo que debe aceptar sin extrañarse, a través del viaje de nuestro personaje-héroe, las coordenadas no variables de la ética del mensaje (si lo hubiera)

Como la exigencia estética de este género no suele ser muy acusada, la publicación de ésta novela se realizará a medida que se difunda y el lector entenderá que el argumento no obedece a un plan previo y que por lo mismo, podrían aparecer incongruencias en la conducta de los personajes o no habrá una presentación adecuada de muchos personajes secundarios; y asimismo, la distinción entre buenos y malos será maniquea. Se hará presente el adjetivo común, la metáfora tópica y la descripción pintoresca.

En lo temático, es posible que prefiera lo exagerado, lo crudo, los actos de violencia, los raptos, los adulterios, etc., y el final no puede ser sino triste o trágico.

No es ocioso mencionar que este folletín está dedicado a todos los públicos, con independencia de edad, sexo y condición social y que por lo mismo, se espera la fidelización del estimado lector con quien espero se produzca, tarde o temprano, el Encuentro propuesto cada semana.
  
Antonio Mejía Ortiz (Antonio III)
Tlalpan, Ciudad de México a 14 de agosto de 2014



[1] Información trabajada para este Prólogo, recopilada de: http://es.wikipedia.org/wiki/Novela_por_entregas.

UN BREVE Y MORTAL SUEÑO

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