Tengo un sillón rojo que no es muy viejo
pero en cambio está muy roto
me siento en el mismo lugar
desde hace años
y he visto cómo fue perdiendo
su pulcritud
no me lamento
así sucede la historia
me digo "esto lo hizo mi
gato"
y casi me echo a llorar como
un niño
veo las quemaduras de cigarro
y podría
definir una a una
cuál de mis amigos la hizo.
Los hoyos que tiene me
pertenecen
fueron noches incontenibles
con música
de cantina, cervezas y
cajetillas de Marlboro
aplastadas por manos
adormecidas.
Cada rincón huele a una mujer
distinta
a una distinta forma de
satisfacerlas.
El color rojo de mi sillón se
ha oscurecido
por la mugre y los sueños
muertos
pero no sabría decirte cuál es
la diferencia.
Por las tardes me recuesto en
él y pienso en
cómo cada lugar se ha
desocupado
cómo de alguna manera todos se
han ido.
Regreso por las noches cierro
las persianas
y me quedo un momento a
oscuras
recargado sobre la puerta
mirándolo a través de la
negrura
enciendo un cigarro y voy a
sentarme
hasta bien entrada la
madrugada
cuando el silencio hecho de
maullidos y ambulancias
de viento perdido y ladridos
acongojados
hacen crecer las grietas y las
telarañas
entonces me digo que apenas
amanezca
será distinto pero nada cambia
mi sillón rojo y yo nos
parecemos
algo de belleza brilla detrás
de la suciedad
y lo cuarteaduras
pero
la suciedad y las cuarteaduras
ya son demasiadas.
Antonio Mejía O./ 2012