22 de abril de 2013

MI PARTICIPACIÓN EN EL CUARTO CONCURSO DE CRÍTICA TEATRAL DE LA UNAM: "CRITICÓN"

Hace varios meses entré al concurso de críticas teatrales "CRITICÓN", que organiza la UNAM a través de la Dirección General de Teatro Universitario, en el ciclo en honor a A. Chejov. Fui a ver "Afterplay", Dirigida por Ignacio Escárcega y me pareció tan genial como menospreciada. Entré al concurso para tratar de reivindicar (aunque en realidad no lo necesita, pues un buen trabajo acontece dignamente por siempre) esta escenificación y para intentar, una vez más, ganar algo. Aunque debí suponer (de hecho, creo que lo suponía), que no tenía ninguna "chance", dados los Directores, las cuestiones extra-teatrales y mi necedad de no complacer a quienes tienen el "sartén por el mango", colocando mis tesis personales acerca del oficio teatral que, por lo visto, en estos tiempos de negar toda esencia teatral, no son populares. Aceptando mi derrota, pero no satisfecho, quise ver qué trabajos y por qué habían salido vencedores, sin embargo los malos presentimientos se fueron haciendo realidades, primero porque las críticas ganadoras versaron sobre la obra dirigida por David Olguín, hijo consentido del CUT; y segundo, porque al leer la crítica ganadora y la que recibió Mención honorífica, me quedó la impresión de que no pasan de una lectura superficial que no aporta algo determinante que nos diga por qué específicamente esta escenificación es relevante e imprescindible. Como yo puedo "decir misa" y seguir creyendo (como todos) que mi trabajo es el mejor e injustificadamente relegado, les dejo un documento integrado por la crítica ganadora, la que recibió Mención honorífica y finalmente, mi crítica, con el objetivo de ponerlos a consideración de todo aquel, dedicado o no al teatro, que tenga la curiosidad, el morbo o el interés de leer y opinar, para darme perspectiva. Sus comentarios son bienvenidos. Atentamente: Antonio Mejía Ortiz. México 2013

VER EN: 
https://docs.google.com/file/d/0B904TvvGuLBfeElMMDRnbmR4OGM/edit?usp=sharing

8 de abril de 2013

LOS DÍAS

Los días sin verte me han revelado
tu rostro limpio de cualquier liviandad
subliminal que mi ansiedad
hubiera podido acumular sin darme cuenta
El tiempo me ha traído a ti
a la gracia de tus gestos
al estallido de emoción que es como
un día de fiesta sagrado
cuando nuestros ojos se tocan de soslayo
esperando que luego
ambos reconstruyamos en calma las miradas.
Como si todo esto lo hubiera previsto
y tuviera el tumbo de la historia en mis manos
el "ahora" se abre y abarca todas mis edades.
La vida ya no me enferma y mi ceguera cede
al reflejo del universo en cada cosa.
Tu imagen no es catástrofe ni locura
es en cambio
una mano tierna en la mejilla durante los días aciagos
cuando parece que nadie me recuerda
en esta historia de magia y falsos enamorados.
Eres un cuerpo transparente hecho de tristeza
que sonríe en el éxtasis del tiempo
y así reconstruye cada fibra y cada vena
que vibra en la frecuencia de una corazonada.
Y después de todo me he puesto triste
mientras escribo esto
como si no fuera suficiente saberlo
como si me fuera extraña y definitiva
la suerte
la herida
y la distancia.

Antonio Mejía O. 2013

TEATRO: EL ESPACIO LIMINAL DONDE CONVERGEN LOS TRES GRANDES GÉNEROS


Hace algunas semanas, apropósito de la presentación del libro Hacia una teoría dramática de María Serguieievna Kurguinian, traducido al español por el Dr. Armando Partida Tayzan,  escuché al Profesor Germán Castillo (quien era uno de los presentadores) equiparar el teatro posmoderno con la poesía, en especial las puestas en escena de directores mexicanos contemporáneos; basándose en lo expuesto por la autora en el prólogo del libro acerca de que las fluctuaciones en las tendencias de los creadores del teatro a través de la historia tenían que ver con la versatilidad de posibilidades que tiene por naturaleza el género dramático, ya que es punto limítrofe entre los otros dos grandes géneros: la épica y la lírica. Así, mientras unas tendencias o estilos se inclinan más hacia la épica, como el teatro clásico que se sirve de la poesía para crear discursos narrativos; otras tienden más hacia la lírica, como en el teatro llamado posmoderno, que se sirve de la narrativa para generar discursos poéticos. Sin embargo, el teatro no es una cosa ni otra, es precisamente aquello que resulta en el espacio liminal que hay entre ambos géneros de los cuales se sirve. De allí que en el teatro se genere un acontecimiento vívido, es decir, una experiencia real, verídica incluso histórica, a través de un discurso simbólico, pues como sucede en la vida, no todo es abstracción y no todo es concreción, y a pesar de ello, ambas suceden al mismo tiempo en la experiencia existencial del individuo. De allí también que, de vez en vez, surjan tendencias como la “Narraturgia”, muy de moda en la escena mexicana. Esto no quiere decir, o por lo menos no necesariamente, que se rompan los paradigmas del arte teatral o que se haya encontrado una forma nueva y revolucionaria del arte dramático, ya que por un lado, las vanguardias y reconfiguraciones del teatro, desde mi punto de vista, sólo se pueden encontrar sobre las necesariedades de la escena, es decir, haciendo teatro; y por otro lado, tendencias como la “Narraturgia” son estilos propios de una generación que por los accidentes históricos, se hayan más relacionados con una parte de aquello que conforma el acontecimiento dramático y que hemos mencionado antes: la épica o la lírica
Cierto sector (me cuento entre ellos) no está convencido de que se deban “quemar las naves del drama” a causa de experimentos escénicos y dramatúrgicos que intentan desaparecer o, por lo menos, romper las figuras tradicionales de la tríada dramaturgo-director-actor, para hacer una serie de mezclas especificistas y vanguardistas, que nieguen cualquier lazo con la tradición teatral. Esto porque en realidad no se trata de una verdadera revolución del pensamiento escénico, sino, más bien, de una tendencia de algunos dramaturgos que en congruencia con su realidad y su percepción, hayan en esta estructura particular una manera más orgánica, propia o íntima de expresar su relación con el mundo, dado que su trato con las estructuras tradicionales ya no les es significativa. No digo con esto que estas tendencias deban rechazarse o no tomarse en cuenta, digo que no debemos estar desesperados por encontrar la autenticidad donde no la hay; y digo que estilos como la “Narraturgia”, deben asimilarse pero tomándolos como lo que son: una de las distintas expresiones del acontecimiento teatral.
Al respecto, el Profesor Germán Castillo en su participación mencionó que quien no está envuelto o familiarizado con lo poético, no puede entender el arte posmoderno, el teatro posmoderno y esta aseveración, desde mi punto de vista, no es del todo correcta: por una parte es cierto que el arte, sobre todo la poesía, es un gusto adquirido en base a la experiencia sensible de cada individuo; y también en que la tendencia contemporánea en el teatro se inclina hacia la lírica, aunque irónicamente se sirve de la narrativa para lograrlo. Así, alguien que ha sido educado en valores superfluos y vulgares, difícilmente encontrará algo significativo en la poesía, porque no tiene relación alguna con ella. Dicha opinión justifica las ocurrencias, por decir lo menos, de directores con poca responsabilidad pero con muchas ganas de ser auténticos. Por otro lado, sin embargo, no deja de ser una afirmación un tanto excluyente, ya que artes como el teatro tienen como fin principal conmover al espectador sirviéndose de, por ejemplo, la poesía. Aunque es verdad que se aprende como todo en la vida a presenciar el teatro, una escenificación que no llega a las fibras sensibles del espectador, cualquiera que se su procedencia, es un intento fallido, porque el Teatro, mucho más que otras artes, se trata de la experiencia de un acontecimiento que debe golpear el estómago, subir para latir con el corazón y seguir subiendo para hacerse idea en la mente y no al revés. De esta forma, las ocurrencias que vemos en los escenarios mexicanos, sobre todo alternativos, intentan justificar su ineficacia y su falta de empatía para con el espectador culpando a éste, intelectualizándolo todo y escudándose en la aparente exclusividad de lo poético; de lo que resulta que únicamente  un pequeño grupo de elegidos por azar o destino, tiene derecho a deleitarse en las mieles del arte y donde las masas están negadas por el accidente de no haber nacido en un momento y lugar adecuados. Esto es absurdo aun cuando es parcialmente verídico.
El Profesor Germán Castillo intentaba quitar, desmentir o por lo menos suavizar el prejuicio  que recae sobre los creadores teatrales autoproclamados “posmodernos” y esto es convertirse en abogado del diablo, como sabemos. Y aunque en el sentido teórico de la construcción del drama, su punto de vista acerca de que las obras posmodernas, en este caso narratúrgicas, aún sin contarnos una historia siguen diciéndonos algo (tema que requiere de amplias discusiones), es interesante y tan necesario como digno de pensarse y repensarse, los artistas posmodernos de la negación en la escena mexicana, no pueden seguir cobijándose tras el discurso de la subjetividad poética, ya que incluso la poesía, por más intuitiva que parezca, tiene una estructura, una forma lógica, un sentido, una técnica clara y además de todo, las virtudes y pesares de un oficio. Si bien generalmente no cuenta historias, si nos dice algo, se manifiesta acerca de una experiencia o percepción de la realidad del Ser, es decir, aunque no es su sentido primario, tiene una postura e intenta sustentarla. El problema no son las obras posmodernas ni las tendencias que intentan descubrir “el hilo negro” como la Narraturgia, ya que obras en este sentido las hay y muy buenas (baste mencionar a Heiner Müller); el problema en primera instancia es la ignorancia, el snobismo y falta de criterio de la burocracia cultural del país; y segunda instancia, son ciertos autores y directores mexicanos que aprovechan las ambigüedades de ciertos conceptos, la falta de formación del espectador y la facilidad con que reciben presupuestos incondicionales, para realizar montajes absurdos, carentes de imaginación, intelectualoides que irremediablemente caen en lo que en teatro se conoce como ilustrar la escena, en el melodrama y finalmente en la carencia de contenido estético; montajes que justifican con la idea de que si el público no encuentra conexión o sentido, es culpa del público.
Los llenos en teatros que presentan musicales y obras de corte tradicional son la clara muestra de que el problema no es la procedencia del espectador. Y esto no resulta de la ignorancia del pueblo mexicano o del espectador mexicano, ya que si hablamos de sensibilidad estética y emotiva, son más ignorantes a veces quienes asisten a los festivales de teatro donde se presentan mamarrachadas financiadas por el FONCA, que aquellos espectadores que abarrotan ”El Blanquita” para ver a Carmen Salinas. Y sobre todo porque una de las funciones del artista que no está al margen de los acontecimientos de su realidad histórica, es educar a la sociedad o en el peor de los casos compadecerla, pero nunca negarla.
Aunque pienso que el Profesor Germán Castillo tiene razón respecto al CÓMO, es decir, al mecanismo de las tendencias contemporáneas del teatro, creo que se equivoca en el POR QUÉ.
1)      Lo poético se encuentra, a veces más y a veces menos, en todas las artes sean figurativas o no; decir que Edipo de Sófocles, o Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams (hablo del texto dramático no de la representación), es menos poético que Antes/Después de  Roland Schimmelpfennig, sería una torpe aseveración. La poesía es universal y su libertad es vasta, pero los parámetros de su estructura lógica están bien delimitados, de allí que intentonas como la “escritura automática” de los surrealistas nunca funcionó realmente.
2)      La poesía es difícil de abordar, sobre todo en su mecanismo interno, sin embargo, su esencia es fácil de aprehender, ya que trata de la naturaleza humana y como tal, el espectador, sea cual sea su procedencia, se identifica en su emoción, en su intención y en su sentido, como acto significativo natural. El espectador, instintivamente puede intuir, dada su comprensión innata de lo sublime, la diferencia entre una idea cursi, un lugar común, un planteamiento o actitud pretensiosa y un acto poético, es decir, un acontecimiento de la Verdad.
Vuelvo sobre la idea de que la primera función del arte es conmover, generando así, empatía o antipatía que habrá de transgredir la naturaleza humana a través de un proceso catártico de sublimación o destrucción, que va en dos sentidos: el personal y el universal.
Considero que hay que explorar las tendencias contemporáneas de la escena mundial y nacional, pero asimismo, hay que volver sobre los clásicos, para determinar en unos tanto en otros, quienes realmente nos dicen algo y desde dónde; para determinar también, quienes han sido rebasados por las pretensiones, por el tiempo o por la existencia. Y con todo habría que comprender que el teatro como la vida, es un acto de complementación y necesariedad.

SOBRE EL ACTOR



A las personas no nos gusta “hacer”, en el sentido de crear, es decir, que las personas hacemos pero nunca o muy pocas veces con la intención de crear, entonces el fin primordial se convierte en un daño colateral. Esto porque no nos gusta salir del estado de “confort” en que nos encontramos, entendido como el estado de mediocridad donde la responsabilidad mía que como individuo es sólo mía y de nadie más, queda minimizada u omitida. Por eso nos agrada el melodrama, los apasionamientos, los pulsos más voraces y primarios, los arrebatos no como impulso catártico donde confluyen las circunstancias, sino válvula de escape que cada cierto tiempo libera las energías esenciales de la transformación. Por eso nos gusta la agresión consuetudinaria y no la transgresión definitiva; porque, como el perro humanizado y hambriento, no quieren ceder aun cuando el manjar de la gloria se abra frente a sus ojos. Y nos cebamos en esas emociones vulgares porque allí nada está comprometido, por eso funciona la pornografía, por eso funciona el pensamiento esotérico y los talk shows, las telenovelas, el sentimentalismo de cartón, de novela rosa o de revista del corazón y el chiste de excusado; así como el arte sofisticado, intelectualizado y estilizado de Starbucks, porque nos atemoriza arriesgar algo y porque nos han educado para la acumulación efímera como la hormiga, para obedecer haciendo gracias como los perros y para ser utilizados absolutamente como a vacas a cambio de un aplauso, por eso estamos ávidos de aplausos.
Sin embargo no nos educaron para transformarnos, para estar dispuestos a modificar las circunstancias. Así nada es distinto y no queremos que nada cambie, ni siquiera porque realmente nos complazca la forma en que vivimos, sino porque nos falta valor para ser distintos, francos y aceptar todo lo jodido que estamos, lo despojados que hemos sido, lo solos, desarraigados y desposeídos que nos encontramos. El trabajo de fondo, la transgresión, la conciencia, están eliminadas de nuestra perspectiva de vida.
Lo mismo sucede con los actores en México, que están ávidos del aplauso, del mote de “Actor”, de los reflectores, en general, de todo aquello que circunda pero que no es la “Escena”. Así, se pierde el sentido social y humanístico del teatro y se convierte en un fetiche más de esta época de exhibicionismos superfluos. Los actores se llenan de proyectos atiborrados de parafernalias sentimentaloides o intelectualoides, para ser aplaudidos y convertirse en mercenarios del arte, negándose a toda exploración concreta de la naturaleza humana. “Abandonad toda esperanza” dice a las puertas del Infierno en La Divina Comedia de Dante y asimismo en el arte como específicamente en el Teatro, sólo entrando allí y aceptando la inevitable Verdad, es como se puede alcanzar el espacio sagrado de la “escena”.

UN BREVE Y MORTAL SUEÑO

Novelas para el fin del mundo UN BREVE Y MORTAL SUEÑO (Antonio Mejía Ortiz, México 2019), nos conduce a un viaje a través del alma y la men...