CAPÍTULO 6
BITÁCORA: HACIA TENNESSE
(Borrador archivo Diego Henestrosa. Investigador
Privado)
Nada parecía claro en el asesinato de la casa en Calzada
de Tlalpan 1184, si bien tenía alguna pista que eran el nombre y la dirección
escritas en el papel, esto no me decía mucho, podría ser como diría mi exesposa,
una feliz coincidencia o una verdadera pendejada. Soy un perro, nací hecho para
seguir, soy un seguidor natural y es lo que me hace bueno en mi trabajo, aunque
mi trabajo no sea tan impresionante como lo muestran las películas gringas. Los
investigadores no somos tipos rudos y perspicaces con un profundo sentido de la
ironía, pero sí, a fuerza de todo aquello que se nos presenta, es que nos
hacemos indolentes, que aprendemos a fuerza e fracasos a pensar mal para todo y
sobre todo; y también, conocemos las ironías porque con cada adulterio
investigado, con cada socio descubierto en indiscreciones, con cada chica
muerta a la mitad de un callejón, con la minifalda hasta la cadera, con signos
de violación y semen reseco en los labios, se nos acaba la esperanza, se nos
acaba el cariño se nos acaba el
la confianza en el mundo y nos damos cuenta de que es preferible evitarse una
vida cotidiana, que si el mundo se trata de las ironías, es mejor ser irónico
que irónizado investigar
si existe ?
Porque en
este muladar a donde fue arrojada la vida belleza, suceden todo
tipo de
maravillas, claro que lo que nadie te dice es que estas “maravillas” no tienen
que ser y casi nunca son placenteras o casi nunca sirven para salvarte, Dios lo
creó todo en seis días, pero se tomó toda una nopche para destruir hasta sus
cimientos las ciudades de Sodoma y Gomorra, para convertir a Lot en sal y para
que lot poblara de nuevo la tierra a través de un incesto permitido, y todos
estos hechos son igual de maravillosos.
Por eso
siempre he creído y esta es una opinión p´rofesional, que dejar fuera todo
aquello que es inexplicable, todo aquello que quizá no tenga un sentido lógico
o una explicación inmediata y pensar que la vida únicamente se trata de las
cosas, es decir de lo matrerial, es pasar desapercibido todas aquellas
terribles “felices coincidencias de la vida” como diría la bruja todo lo
hermosos, toda la belleza auqnue esta sea muy parecida a una todavía bella dama
desangrándose en un oscuro callejón una noche de madrugada, después de haber
sido violada por los peores seres de esta ciudad. Y allí no para, porque
todavía faltan las pequeñas cosas, esas pequeñas cosas fatales a las que se
debe entrar con el estómago bien agarrado.
Qué chingados
lleva a una joven de veintitrés años a malbaratar su belleza con una runfla de
rockeritos de mierda, de imbéciles hmbres de negocios, de burócratas poquiteros
que son capaces hasta de regatear el sexo, de presumidos artistas de quinta que
vienen a estos barrios a darse sus baños de pueblo
Cómo es que una chica puede defender a muerte las
curiosidades de su forma de ser, de lo que es ella y así tan indolentemente
irse a entregar al desperdicio de cuerpos que inundan la ciudad con sus humores
a podrido, con la peste de sus bocas, con su manera tan idiota de vivir como
diría la
Estaba muy
cansado y no había comido nada desde el día anterior así que después de recoger
el papel con el nombre de Tennesse deciddí ir a mi casa, comer algo, dormir un
poco y salir con la menta más en claro. Los horarios de oficina son horribles,
la gente no se termina, las personas subestiman su capacidad de aguantar los
azotes, los mexicanos necesitamos siempre de un teatrito para que se nos muevan
las tripas y por eso somos buenos empujando todo hasta el límite. Tomo el microbús
y a esa horatodos parecen salidos de un confesionario, se ven limpios y
renovados y algunos hasta van contentos. El trabajo dignifica decía mi viejo,
no hay nda mejor que gastar bien el dinero que ganaste honradamente con el
fruto de tu esfuerzo, por eso uno debe ir bien a trabajar porque hay que
agradecerle a la vida que uno está bien y que puede trabajar y que tenemos
trabajo, decía mi viejo y lo siguió dicendo aun después de que liquidaron su
empresa y le negaron su jubilación y aun después de eso, cada que lo visito me
cuenta cómo en sus treinta años de empleado tuvo únicamente una falta aunque sí
trabajó ese día. Llego al metrobus y me niego a subirme peor que una bestia, a
justificar con mi pusilanimidad la incompetencia de los imbéciles que gobiernan
este estercolero, mientras ellos viajan en sus automóviles del año, pero a la
gente no le importa. Finalmente entro y el humor es insoportable, me siento
mareado y la gente ya comienza a apestar como normalmente. Me quedo viendo lo
que pasa en el televisor del autobús y pienso en los posibles motivos del
asesinato en Calzada de Tlalapan, me parece que no es una cuestión de “pandilleros”
como decía mi jefe exjefe, que tampoco es un ajuste de cuentas no del
tipo de mafiosos y narcotraficantes nacos ese es el problema, nuestro gobernantes y nuestros delincuentes son una
pinche chusma de nacos, sin buen gusto ni estilo que beben Bukanas, que les
gustan los tamborazos y tunearlo todo
¿Qué es
esto, una especie de venganza, el iniciode algo? Tennesse es la respuesta. A empujones
me bajo del metrobus y camino dos cuadras hacia arriba, sudo interminablemente
y mis piernas tiemblan como si estuviera frente a un auditorio lleno y mis
pulmones me empizan a pasar factura de veinte años de fumador empedernido.
Antes de encaminarme a casa, paso a comprar unos cigarrillos y afuera un montón
de tipos de esos que viven en las calles, un montón de esos apestosos con el
cabello enredado de mugre aspira tan fuerte como puede el activo y me pide que
le de unas monedas, lo ignoro y me sigue con la vista hasta el mostrador, saco
la billetera y
pago con el adelanto del caso un café, dos sobres de whiskas, un
Vat 69 y unos Lucky Strike; luego de varias promociones estúpidas el chico del
mostrador me pregunta si es descafeínado y si los cigarros van a ser rojos y
lew contesto que por supuesto y pienso que esta es una ciudad de sanguinarios y
descafeínados y que por eso la situación está así de jodida. Me regresa el
cambio y el tipo afuera sigue aspirando y sigue mirándome y yo siento una
especie de duda que se diluye entre mi fastidio y mi enojo, ya para entonces no
aguanto la luz del sol ni el maldito calor, porque en esta ciudad de tibiosd
todo es muy frío o muy caliente. Me aflojo la corbata y saco un cigarrilo y lo
enciendo e la puerta del seven eleven.
El tipo sigue aspirando fuerte y
mirándome como si me hubiera atrapado en una mentira o a la mitad de una
jugarreta y ahora estuviera comprometido a pagar; entonces lo miro con todo el
rencor social con que puedo, el tipo se molesta e intenta levantarse
violentamente pero no se lo permito, con la suela de mi zapato lo regreso al
suelo. De inmediato siento un puñetazo que me arroja de las escaleras al puesto
más cercano de jugos, en realidad esos tipos tienen cementos por las venas
porque de inmediato se me hincha el rostro. Los metiches de siempre lo detiene
y esto me da tiempo suficiente para dejar mis cosas detrás de un bote de basura,
mientras el infeliz se quita el estropajo que trae como camisa. Me levanto. El
primero sigue en el suelo esperando un descuido de mi parte, el otro ya sin
camisa repite frenéticamente “va puto, va puto” y otros tantos miran con esa
mirada de retrasado mental que sólo tienen los malditos drogos, como si toda la
droga ya les hubiera consumido el alma. Todos ellos me dan asco. Déjalo, le
digo al transeúnte que se interpone, déjalo venir, le digo y el mundo en esta
parte de la tierra se detiene por esos pocos minutos, una buena pelea en el
barrio dura sólo un par de minutos. Se acerca con una guardia de videojuegos,
con los puños a la altura de sus orejas moviéndolos de arriba hacia abajo y en
seguida me lanza un golpe, entonces aprovecho para patearle las costillas con
la punta de mis zapatos, escuchamos un crujido y él apenas se resiente. Viene entonces
de su parte una serie de volados a diestra y siniestra, uno me toca en la boca;
doy un paso hacia atrás, calculo y lo golpeo con los nudillos justamente en su
oreja, con todas mis
fuerzas y veo como esa porquería de ser humano de
inmediato pierde el equilibrio y se tambalea. Su mirada está desconcertada y
estira los brazos en un inútil y torpe intento de alejarme. Lo vuelvo a patear
en las costillas y esta vez sí se dobla. Lo golpeo en la cara reventándole el
ojo derecho y haciendo que su cabeza se azote contra el suelo grasiento. Los otros
niños, jóvenes y señores de la calle se levantan amenazándome como en las películas
de zombies y yo me preparo para la golpiza de mi vida, hasta que la señora del
puesto de jugos nos dice que le paremos, que ya está bien. Los mirones y los
curiosos empiezan a comentar lo sicedido. Como si fuera la palabra de dios cae
sobre mi una marejada de críticas y reclamos, diciéndome que cómo puedo
comportarme así, que ellos no tienen la culpa, que si cinco pesos me van a
hacer más pobre y que me aproveché de su condición indigente, este terrorismo
de la buena onda me pide que por favor desaparezca. Tomo mis cosas, el primer
tipo sigue mirándome, mis alarmas se encienden pero ya no puedo hacer nada. Me
pierdo entre las calles y por fin llego a casa.
Para entonces mi pómulo casi ocupa el lugar de mi ojo. Apenas abro la
puerta Harry se despierta y corre a saludarme con un maullido que me reclama e
haberlo dejado encerrado y sin comida. Le sirvo sus Whiskas, le cambio el agua
y mientras él come yo destapo el Vat y me fumo un cigarro. Estoy demasiado
cansado para comer, lo haré más tarde. Saco de mis bolsillos todas las basuras
que guardo y recojo de la calle y las echo sobre la mesa, entre los platos y
los vasos todavía con agua o vino; dejo frente a la maquina el papel con el
poema, la dirección y el nombre. Me siento, me quedo mirándolo. Harry termina
de comer y sube de un salto a la
mesa tirando todo a su paso, para que lo
acaricie. La mesa es un desastre y el agua de un vaso se esparce mojando todos
mis escritos, ni siquiera alcanzo a recoger a tiempo el papel con el poema, la
dirección se vuelve un amasijo de tinta y borrones, pierdo la dirección, pero
no puedo levantarme para tratar de hacer algo o decirle a mi gato que es un
pendejo porque ya se encuentra muy cómodo y casi dormido sobre mis piernas. Levanto
el papel para echarle un último vistazo a ver si algo puedo rescatar porque no
tengo memoria para esto, olvido siempre las direcciones, las indicaciones, los
números y hasta los nombres, pero no puedo distinguir nada excepto el sello de una
agencia de